martes, 6 de marzo de 2018

Europa ha muerto. ¡Viva Europa!

EUROPA HA MUERTO, ¡VIVA EUROPA!

Bajan las aguas revueltas por el autodenominado viejo continente, aquel que no pasa de península de Asia pero que se siente ombligo de todo un planeta. Se las prometían felices aquellos que soñaban con un Reich de azul profundo y estrellas amarillas infinitas cuando rompieron en pedazos Yugoslavia y se expandieron hasta las mismísimas puertas del Oso siberiano. Todo el monte era orégano, y claro, sin rivalidad aparente relajaron las formas. Aquel capitalismo de rostro humano, santo y seña de la socialdemocracia europea que se vendía como garante del bienestar social, había servido para que en las diferentes naciones que pertenecían al selecto club se generase una notable querencia por ese engendro europeo. Tal fue así, que la izquierda, casi en su totalidad, abandonó y abrazó un europeísmo antagónico con sus principios fundamentales. Cayó la última trinchera.

La Unión Europea se convirtió en el faro de las políticas de todo el arco parlamentario allá dónde uno mirara. Incluso allende el Bósforo, en Ankara, soñaban con entrar al mismo club económico que su acérrimo enemigo griego. Total, militarmente, una de las fronteras más calientes del mundo ya compartía colegueo. Pero se acabó el amor. Se perdieron las formas. Sin enemigo, el Capitalismo se quitó la falsa careta y se quedó en lo que es, calavera y guadaña. Lerman Brothers hizo el resto. Comprensión económica. Las corbatas se pusieron a la tarea de salvar sus barcos quemando las naves del resto. Alemania, motor de esa Europa sin sentimientos, se puso al frente, dispuesta a llevarse por delante a quien fuera necesario. Cayó Grecia, y la flema inglesa comenzó a ver fantasmas.

En las calles se empezaba a cuestionar ese modelo europeo, pero la izquierda callaba, y la socialdemocracia, ¡Ay la socialdemocracia! Se agarraba y agarra a la boya de plomo que le lanza la derecha. Secundarios de gobiernos liberales arrasando derechos, libertades y capitales sociales. Los ricos más ricos, los pobres, ¡¿A quién le importan?! Europa señala al sur. Os roban, gritan. Esos que atraviesan alambradas y cruzan el Mare Nostrum. Nostrum que no de ellos y ellas, aunque se convierta en el cementerio de ilusiones más grande del planeta. Y claro, el fantasma que recorrió Europa vuelve a despertar.

A la sombra de concertinas y alambradas nacen las madreselvas, venenosas, de belleza simple, y quien se siente pisoteado compra sus promesas. Contra la Unión Europea, contra la inmigración, NOSOTROS primero. Y Gran Bretaña huye. Toda Europa los llama irresponsables. La unión es el camino, pero dentro de la unión ya no hay unidad. En el sur y el este florecen las esvásticas. El yugo y las flechas jamás partieron. Y ahora viene Italia. La unión va tragando. Todo vale para proteger el liberalismo, pero la vista gorda ante el fascismo siempre pasa factura. La Unión Europea se resquebraja; la económica, la social no se llegó a construir. ¿Desaparecerá? Quién sabe, tal vez transmute, tal vez acepte en su seno, como han hecho en Austria, que las nuevas cruces de hierro nos gobiernen, todo sea por mantener la unidad económica. Tal vez el azul profundo mute en rojo y las estrellas en águilas.


¿Y la izquierda? Dentro de una diana, creyéndose con la razón y discutiendo sobre estrategias y tácticas, mientras van cayendo. O despertamos o morimos. Esta Europa tampoco es la nuestra, pero callamos y nos pegamos, nos descuartizamos entre las risas y los codazos de quienes fueron arrasados por hoces y martillos y vueltos a sembrar por el Capital. Europa ha muerto. ¡Viva Europa! 

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