lunes, 31 de agosto de 2015

que se mueran los feos

¡QUE SE MUERAN LOS FEOS!

            Que me perdonen los Sirex por tomar prestado el título de uno de sus temas más conocidos para explayarme sobre un tema que tiene poco de broma y mucho de hipocresía, dolor, angustia, sufrimiento, guerras, capitalismo, racismo, y un largo etc. Y es que vivimos en una sociedad en la que todo el mundo desea el fallecimiento de los feos, y sin embargo, el número de personas que no cumplen los cánones de belleza establecidos aumentan sin parar. Cánones de extremada rigidez que vienen a decir que para ser bello y por tanto librarte del exterminio has de ser hombre, blanco, occidental y de clase media alta, el resto del mundo es feo. Por supuesto en la fealdad existen también grados en función de cuantos de estos 4 cánones cumplas, y existe la fealdad extrema que se describe como mujer, negra o árabe, africana o de Oriente Medio, y pobre (caso aún más extremo si es usted palestina, y vive en el Estado de Israel). Si eres tú, mi más sentido pésame, tu muerte, violación, esclavitud, o todo a la vez no le importa a nadie lo más mínimo.

            Los feos no le importan a nadie y son molestos, incluso para los mismos feos que no ven la fealdad propia y solo la ajena. De ese modo, pensando que siempre hay alguien mas feo que uno mismo, somos capaces de olvidar la solidaridad y ya si acaso valoramos un poco de caridad.

            Por si esto fuera poco, los años nos han ido forjando el alma y el pensamiento en la idea capitalista de que las personas se hacen a sí mismas, que uno es pobre porque no ha sabido ser rico, porque cualquiera, viniendo de la nada puede llegar a ser el dueño de INDITEX, y olvidamos la realidad, que viniendo de la nada lo normal es que acabemos en la más alta cota de miseria posible. Pero ese es el objetivo del adoctrinamiento capitalista, nosotras somos las únicas responsables de nuestra miseria. Si te violan es por vestir provocativa, por salir a malas horas o frecuentar malas calles. Si te matan es porque TÚ no has denunciado. Si eres pobre es porque no te esforzaste lo suficiente. Si eres negra, árabe... el problema es que vives en la edad media y no quieres progresar. Y de esa forma, sabiéndonos libres de pecado, los hombres blancos, occidentales y acomodados podemos aconsejar desde nuestras altas atalayas relucientes. ¡Esforzaros más y tapad vuestra fealdad que estropea nuestra realidad!

            Este reparto de culpa permite además que obviemos las causas reales, no venden, nos intranquilizan y encima son irresolubles, el mundo es así y poco se puede hacer para cambiarlo. Y así, de esa forma, un buen día, de repente, cómo si de un huracán o un terremoto se tratase nos despertamos con cientos de miles de personas huyendo de la guerra, la devastación, la pobreza, la muerte y nos sorprendemos. Crisis humanitaria lo llamamos. Y crecen los espinos, los de alambre, y los soldados patrullan las fronteras, y nos blindamos, y los feos de aquí claman contra los feos que huyen, ¡que no entren, que nos lo quitarán todo! ¡Primero los feos nacionales! Y las televisiones se llenarán de sabios que nos demostrarán con cifras económicas que es imposible dar cabida a tanto feo. Y entonces quienes huyen del horror llegarán al espanto. Y tú lo ves sentado en tu sofá, y las imagenes de la desesperación te incomodan y buscas hundirte aún más en tus mullidos cojines de la culpa redentora. ¡Claro que hay que ayudarles, pero aquí no cabemos todos! Y si eso no basta, repartamos culpa, la culpa es de esos feos, ¿Cómo pudieron llegar a la guerra? No son civilizados. Además son mafias los que los traen engañados. Y así todos felices, y si alguien pretende salirse de ese discurso es un populista y demagogo, o peor, roja y feminista.


            Los feos y aún peor las feas hemos de ser eliminadas, molestamos, salvo que podamos ser explotadas, ARBEIT MACHT FREI. Así lo han decidido los guapos, los mismos guapos que deciden que hoy guerra y mañana sol y buen tiempo. Esa gente guapa que decide que es mayoría absoluta, con votos o con balas, según convenga, pero eso será tema de mi próximo post, así que terminaré citando otra canción, en este caso de mi grupo galego favorito que decía algo así; “Tenemos un mensaje para la gente guapa, y es que los feos somos muchos más”

lunes, 17 de agosto de 2015

Asiron, La tradición es una maldición


ASIRON, LA TRADICIÓN ES UNA MALDICIÓN

           Se dice, se cuenta y se comenta que hubo un tiempo en el que una civilización creó inmensos estadios, alguno de ellos llegó a albergar la nada desdeñable cifra de 50.000 almas. En aquellos estadios se celebraban durante días y a veces hasta semanas, los Juegos, cuyo espectáculo central era la lucha de gladiadores en las que en diferentes modalidades varios guerreros se enfrentaban en la arena, y cuyo resultado solía llevar el fallecimiento de los derrotados. Aquella tradición se extendió por todo el Imperio que dominaba la práctica totalidad de Europa, el norte de África y buena parte de Oriente Medio y Mesopotamia. Fueron apenas 10 siglos de tradición, o sea 1000 años década arriba década abajo, y sin embargo dicha tradición fue eliminada y a nadie se le ocurriría (salvo a Tele 5 quizá) revivirla.

            También suelen explicarme que la esclavitud fue una labor tradicional desde los primeros asentamientos mesopotámicos hasta finales del siglo XIX, y aún hoy se conocen casos aunque no estén bien vistos, al menos por la clase trabajadora, ya que de la opinión de la burguesía y el empresariado no estoy tan seguro.

            Sin embargo ninguna de estas tradiciones anteriores pueden compararse con el noble arte del toreo, Marca España, practicada por francos, hispanos y lusos (ex-colonias incluidas) en diferentes modalidades. Dicen los entendidos que el toreo tiene una historia longeva, que probablemente sea descendiente directa de los circos romanos, y que... y que de verdad me la suda lo tradicional que pueda ser, es una aberración y punto, como lo es la esclavitud o la lucha de gladiadores, y ninguna tradición puede justificar su mantenimiento, igual que ninguna creencia puede servir de excusa para la realización de sacrificios rituales. Es lo que creo, y es tan simple que pienso que no merece mucho debate ni desarrollo ideológico. En pleno siglo XXI no parece muy sensato mantener una tradición que requiere de la tortura y sacrificio de un animal para diversión de las masas, y punto. Por eso me ha dolido tanto leer hoy las declaraciones del Señor Asiron, Alcalde de Iruña, y a quien tuve el gusto de conocer el pasado 4 de agosto, en el Diario de Noticias de Navarra, poniendo en cuestión que se pueda, ni tan solo plantear, la posibilidad de acabar con el Encierro pamplonica y su posterior lidia en el coso.

            La justificación, por supuesto, habla de tradición, de cultura, de encarnación de la ciudad. Y claro que es entendible el problema, Iruña es mundialmente conocida por sus encierros y por asesinar 48 toros durante una semana. Vienen gentes de todo el mundo a la capital del pueblo vasco gracias a ello, Hemingway la inmortalizó, y claro, si quitamos los toros ¿qué nos quedaría además del OPUS?. Pero mire usted por donde Sr. Asiron, esos mismos argumentos utilizan los diversos alcaldes de otra villa a la cual SÍ criticamos sin pelos en la lengua, Tordesillas, donde, en sus fiestas patronales asesinan a lanzadas 47 toros menos que en su ciudad. Tordesillas también apela a la tradición para defender su Toro de la Vega, también piensa en su economía local cuando lo hace, y por lo visto, la Villa Cárcel de Juana I de Castilla, y sede del acuerdo que dividía el océano, la tierra y las masacres de la recién alcanzada América, es consciente de que en la península tal pasado no daría fama y turismo, no tanto como asesinar un toro a lanzadas. Y es triste que eso mismo pensemos al norte del Ebro, aún con “hechos diferenciales”, “Fueros” y demás.

            Dicho todo lo anterior, y aún ardiendo mi pecho por dentro, entiendo el vértigo. Qué digo vértigo, pánico. No me imagino siendo yo quien desde la alcaldía diga el primer año que voy a eliminar el “hecho diferencial” de unas fiestas mundialmente conocidas. Lo reconozco, no me atrevería, quizás, porque sabría que no gobernaría jamás si lo dijera. La cuestión entonces es, ¿Debemos estar dispuestos a vender todos nuestros principios por un gobierno? ¿Sólo algunos? ¿Cuáles?
           

            San Fermín no serían lo que son sin sus encierros, ni yo hubiera disfrutado viendo Espartaco si en Roma no se les hubiera ocurrido crear la lucha de gladiadores, no sé si me explico.