martes, 31 de mayo de 2016

Hablando claro, ¡Nos roban!

HABLANDO CLARO, ¡NOS ROBAN!

Como cada primavera nos hemos puesto manos a la obra para hacer nuestra propuesta de reforma fiscal. Frente a planteamientos electoralistas que nos hablan de bajar impuestos sin una reflexión en su conjunto, y que en realidad siempre termina siendo una subida encubierta de los impuestos más regresivos como el IVA, que suponen una recarga impositiva a las clases populares y con menores ingresos. Nosotras abogamos por la necesidad de redistribuir la riqueza y eso requiere, entre otras cosas, recuperar el peso del Impuesto sobre beneficios a las empresas, y aumentar el peso recaudatorio sobre las grandes fortunas.
No es mi intención dar una chapa filosófica sobre fiscalidad, pero si algún día somos capaces de que la ciudadanía sea consciente de que toda política y todo desarrollo social pasa por hablar de fiscalidad (al menos mientras mantengamos un modelo social basado en la existencia de estados) ese día podremos decir que la sociedad está preparada de verdad para hablar de gobernarse a si misma. Ese día, y sólo ese, podremos plantearnos un verdadero proceso participativo a la hora de hacer los presupuestos de las instituciones. Porque no se trata tan sólo de decidir en qué nos gastamos los cuartos, que también, sino que todas tenemos que decidir de dónde sacamos esos cuartos.
Es conversación típica de taberna decir que a todos nos duele pagar impuestos, pero eso cambiaría en buena manera si entre todas decidiéramos cómo, cuánto y de dónde han de salir los impuestos, y después también pudiéramos decidir a qué lo vamos a dedicar. Y es que aquí vale esa frase que nos repetían nuestras madres cuando nos daban “la paga” el sábado y el domingo ya no teníamos nada. “Cuando sepas lo que cuesta ganarlo no lo gastarás con esa alegría”.
El caso es que, aunque en la teoría somos muchas las que coincidimos en cómo debería dibujarse un modelo impositivo realmente progresivo, redistributivo y social, a la hora de implementarlo, además de la resistencia que encontramos por parte de las fuerzas y clases conservadoras, nos hallamos y topamos con obstáculos de todo tipo. Amenazas veladas o no, de deslocalizaciones y descapitalizaciones por parte de las grandes fortunas y los poderosos, y los paraísos fiscales nacen como setas en otoño.
Son estos paraísos fiscales el mejor ejemplo del robo continuado al que somos sometidos. Robo doble, primero por la descapitalización que supone trasladar las plusvalías arrancadas a la clase trabajadora a otro Estado, y después porque también nos roban cuando esa acumulación de riqueza ni siquiera revierte vía impositiva en el conjunto de la sociedad que la ha producido.
Se nos dice entonces que todos estamos muy preocupados por la existencia de los paraísos fiscales, que hay que terminar con su existencia, y que para ello es imprescindible crear una legislación global que lo regule. En realidad es un discurso falso y mentiroso que busca dos objetivos principales, primero dar una falsa sensación de que realmente se quiere acabar con esta práctica de latrocinio pero que la dificultad técnica es tal que resultará prácticamente imposible (Habría que poner de acuerdo a todos los países, incluidos aquellos que dependen precisamente de la existencia de esos paraísos fiscales) y por otra parte, hacernos entender que cuánta mayor sea la presión fiscal en nuestros territorios más fuerza daremos a esos paraísos y que por tanto, el camino es ir hacia una armonización fiscal a nivel planetario rebajando por tanto la presión fiscal a nivel mundial, pero ojo, sólo a las clases burguesas y capitalistas.

Yo, sin embargo, soy de la opinión de que para solucionar un problema no se puede atacar los síntomas sino que hay que ir a la raíz. (Definición de radical) Por tanto, para mí, la solución no está en atacar los paraísos fiscales, sino en perseguir a la persona que acumula el capital. Soy de la creencia de que el único camino para acabar con la existencia de esos paraísos fiscales hay que ser mucho más expeditivos en nuestras políticas. Creo que el único camino es que toda aquella persona que se demuestre que mantiene más de un diez por ciento de su fortuna fuera de las fronteras de la Unión Europea le sean expropiadas todas sus propiedades y todo su capital en suelo europeo, y él mismo sea expulsado, desterrado. Aun así, seguramente habrá un reducido número de grandes capitalistas que preferirán abandonarlo todo, familia, amigos y raíces e irse a vivir a uno de esos paraísos junto a su fortuna, seguro, pero serán los menos, porque no nos engañemos, una cosa es defraudar, robar y mandar el dinero a las Bahamas y otra muy distinta vivir allí, lejos de los círculos de poder.

viernes, 27 de mayo de 2016

el chochero de mis bragas

EL “CHOCHERO” DE MIS BRAGAS
           
Supongo que el título de este post te habrá desconcertado un poco, o quizás no, quien sabe, sin embargo estás leyéndolo y por tanto, se supone que tienes interés en saber cómo termina este desvarío, así que empezaré por el principio que es por donde empiezan todas las historias que merecen ser contadas.

Tengo la suerte de conocer a una de esas personas indispensables, luchadoras y dispuestas siempre a presentar batalla, y además compartir con ella militancia política. Una de las pocas personas a las que admiro de verdad, lo que viene a ser un referente a pesar de que no ocupe, de momento, ningún cargo relevante en ésta nuestra sociedad. Nos conocemos desde hace bastante tiempo, y desde el primer día hemos sido de mantener discusiones eternas, altisonantes y enconadas, pero todas ellas, o la gran mayoría, han terminado con una sonrisa y un continuará. Generalmente compartimos los diagnósticos de situación, e incluso las metas y objetivos finales, sin embargo discrepamos, y mucho, sobre el tránsito entre la salida y el fin. Podríamos decir que somos como dos cualesquiera fuerzas de izquierda aglutinadora disgregada, coincidimos en todas las luchas, detrás de todas las pancartas, pero no confluiremos por los matices que nos separan. Enemigos íntimos.

El caso es que ayer volvíamos a discutir por enésima vez, (quizás hayan pasado algunos días más, pero desde que soy padre comprendo mejor a Einstein) y discutíamos a raíz de una iniciativa parlamentaria en Gasteiz para protocolizar el apoyo a niños y niñas transexuales en las aulas. No transcribiré aquí toda la discusión, por no aburrir más de lo imprescindible, pero digamos que la cuestión principal era por qué debemos etiquetarlo todo. Es tal el gusto que mostramos por ese etiquetado, y por la concreción que queremos poner en el mismo que, finalmente, siempre nos dejamos a algo o a alguien fuera, aunque la etiqueta que hagamos tenga más tela que la tanga que nos pusimos por la mañana.

Estoy convencido, o cada vez me convenzo más, de que padecemos algo así como una anormalfobia. Todo lo que no podemos comprender, lo que se escapa de nuestro espacio vital lo catalogamos como potencialmente peligroso y fuera de la normalidad imperante. Por suerte, avanzamos, no gracias a las mentes retrógradas, conservadoras o meapilas, pero algo vamos avanzando, y vamos asumiendo que la sociedad es amplia y diversa, tan diversa como personas sobreviven en este barco a la deriva llamado Tierra. Pero con la diversidad nos ocurre como con el infinito, términos inabarcables que son imposibles de interpretar para nuestros limitados cerebros, y entonces optamos por, una vez reconocida una diversidad, etiquetarla y atraerla a nuestra normalidad. Hablamos entonces de igualdad, cuando en realidad lo que perseguimos es asimilar y uniformar.

Todo esto salió en nuestra discusión, porque ahora parece que empezamos a asumir que existen niños con vulva y niñas con pene, lo cual está muy bien pero a mí me sigue llevando al mismo conflicto, legalizamos una nueva etiqueta, la acercamos a nuestra normalización, asumimos esa realidad y la incluimos en nuestro mundo pero, ¿Qué ocurre con quienes a aun así no pueden ser etiquetados? Pues que los mandamos al limbo de la anormalidad, una anormalidad extrema porque en el pensamiento colectivo anida la idea de que cuanto más ensanchamos nuestra normatividad dando cabida a mayor diversidad, quien se mantiene fuera de la norma tiene que ser raro/a de coj…

Y entonces, como siempre, llega mi desbarre definitivo, ¿tengo que tener una razón para vestir como me apetezca hacerlo? ¿Tengo que dar explicaciones de algún tipo si me apetece ponerme un día de calor una minifalda, o si quiero lucir pantorrilla en tacones? ¿Tengo que asumir alguna etiqueta previa? ¿Tengo que ser homosexual, o transexual o sentirme incómodo con mi masculinidad, o qué hace falta? Me resulta tan absurdo como catalogar la ropa en función del sexo o el género, sobre todo si tenemos en cuenta que toda la ropa, tanto la catalogada como masculina como la femenina están diseñadas para los hombres. La masculina pensando en la comodidad del hombre, la femenina pensando en las fantasías masculinas (en su gran mayoría) Y así, una con dos dedos de frente, puede comprender por qué el chochero de mis bragas no cumple la función para la que fue colocado.


Muy recomendable leer; A los fabricantes de bragas

lunes, 23 de mayo de 2016

No fue Dios

NO FUE DIOS

            La Historia la escriben los vencedores, aunque quien gana hoy pueda perder mañana. Eso hace que la Historia sea cambiante como cambiante son los gobiernos, las culturas e incluso las religiones. De un mismo acto hay decenas de lecturas, de interpretaciones, y de silencios que es la forma más efectiva de reescribir la Historia, pues lo que no se recoge, lo que no se habla no existe, ni existió. Y así generamos el estado de opinión actual, y nos convencen y nos convencemos de que británicos y yankees libraron a Europa del nazismo, de que Makhno jamás existió,  o de que los Zares eran buenas personas según las películas Disney.

            En esa línea hay que entender por tanto algunas argumentaciones historicistas utilizadas por la xenofobia y la islamofobia imperante en Europa y que nos avergüenza a muchas ciudadanas de ésta península asiática. Acicateada por el estado de perpetuo terror en el que nos mantienen con periódicos atentados y aprovechando el miedo al diferente que siempre anida en el ser humano, llevamos años alimentando ese odio a los nacidos en el Magreb, en los países árabes, y el resto de habitantes de estados de mayoría musulmana. Pero no quisiera centrarme en exclusiva en ese racismo y xenofobia que está recorriendo Europa, sino en una de las argumentaciones que se están utilizando para justificar dicho racismo y xenofobia.

            De un tiempo a esta parte, y aprovechando el río revuelto en el que vivimos, tengo que escuchar día sí y día también, que mis derechos, mis libertades devienen de forma directa de la tradición judeo-cristiana, mucho más liberal que las culturas islámicas. No, no me lo estoy inventando, basta con escuchar a miembros de la derecha rancia española y europea en general. Y no, lo siento, no comulgo con ruedas de molino.

            Las diferencias de credo entre las dos grandes religiones monoteístas (Cristianismo y Islamismo) y la tercera, mucho menos numerosa (el Judaísmo no llega a 30 millones de fieles en todo el mundo) son mucho menores de lo que el dogmatismo y el fanatismo religioso nos han querido hacer ver a lo largo de la historia y de decenas de Gerras Santas. Por cierto que la última Cruzada católica tiene menos de un siglo y la firmó un gallego bajito en suelo peninsular. Es en la Biblia y no en el Corán o en la Torah donde cualquiera puede encontrar frases del tipo; "Una mujer debe aprender en silencio y completa sumisión", "si rechazas mis mandamientos y odias mis leyes comerás la carne de tus propios hijos e hijas" o "si dos hombres duermen juntos, ambos deberán ser asesinados" Y tampoco se puede alegar que el cumplimiento de los preceptos manifestados en dicho libro hayan sido históricamente más laxas en el cristianismo que en las otras religiones. No hace tanto que en la España posterior a la Cruzada fascista se exigía el duelo y el luto, no era difícil ver pañuelos negros en las cabezas de las mujeres.


            La libertad, la discutible libertad europea, no ha surgido de la “bondad” de la Iglesia Católica, ni del Cristianismo en general, sino de arrancar esos derechos de las manos del clero y la religión en grandes revoluciones y luchas, no sin antes pagar con la sangre del pueblo. No fue Dios quien nos ha dado nada, sino el pueblo quien ha arrancado cada derecho con sangre, sudor y lágrimas, y será el pueblo el que defienda esos derechos contra cualquier intento de devolvernos a la oscuridad. No podemos combatir una religión con otra, sino que hay que acabar con la influencia de la religión, sea cual sea, en la vida comunitaria, en la educación, en la política. La religión, en todo caso, ha de quedar reducida al espacio de la libertad individual y del ámbito privado. Y sobre todo, no podemos permitir que la religión se apropie de la historia a través de sus credos y de la política conservadora, rancia y xenófoba.

jueves, 19 de mayo de 2016

Rosell y el siglo XIX

ROSELL Y EL SIGLO XIX

            La estupidez y el poder son un coctel altamente inestable y peligroso cuando ambas se concentran en una sola persona. Si además la saturación es tan alta como la que podemos encontrar en el jefe del empresariado español las “perlas” que salen por su boca no tendrán desperdicio. Frases que insultan a la inteligencia y sobre todo a la clase trabajadora. Sin embargo, estas estupideces no tendrían importancia si fueran pronunciadas por un parroquiano sentado en barra con un txikito en la mano. El problema viene cuando quien lo pronuncia es el Presidente de la mayor asociación empresarial, uno de los principales lobbys de presión, y un agente que marca las políticas del Estado.

            Pero el Sr. Rosell, no nos engañemos, no da puntada sin hilo. Todos sus dardos van dirigidos, bien dirigidos, y su dirección es esa que nos está llevando hacia el nuevo modelo de esclavos del siglo XXI, la esclavitud 2.0, que cómo ya escribí en un post anterior ni siquiera cubre techo y comida como hacía en otras épocas. El futuro según Rosell y el empresariado en general pasa por la aceptación de que el trabajo es el motivo de la vida, y nuestra vida ha de estar supeditada al trabajo, y no hablamos del concepto abstracto de la vida sino directamente nuestro derecho a vivir, y sino démosles tiempo y verán como nuestros derechos básicos se convierten en caridad del poderoso, de la piedad del mismo.

            Estamos en una guerra y estamos siendo masacradas mientras nos retiramos de la batalla, y salvo algunos escarceos nada indica que exista una verdadera línea del frente. La lucha es multidimesional pero parece que no queremos enterarnos y nos enfrascamos en nuestras batallas personales, y sin organización no hay victoria. Terminaremos en el siglo XIX como dice el Sr Rosell, en jornadas de 16 horas, sin derechos ni techos, y no es demagogia sino trayectoria salvo que hagamos algo.


            No tenemos tiempo para tonterías y discusiones teórico-filosóficas o quizás el tiempo de la revolución nos pille en una reunión. La guerra social se libra en todos los frentes y no se gana en unas elecciones, pero tampoco con movimientos sociales endogámicos, reflexivos y políticamente correctos. O todas a una, o seremos individuos libres para elegir el color de nuestras cadenas. Hay que asaltar las instituciones, pero también el poder, el poder económico, productivo, la autoridad… etc. Y es que lo uno sin lo otro jamás será efectivo. Es necesario organizar la lucha de resistencia ante las agresiones, como es imprescindible elaborar y atacar alternativas económicas y sociales desde la base. Algunas experiencias ya tenemos, bancas éticas, cooperativas energéticas, comercios de cercanía  y tantas otras, pero también algunas más radicales como la ocupación de viviendas y barrios para generar espacios libres, expropiaciones de empresas. Y sí, hacen falta las instituciones, pero no para gestionar las migajas sino para dar cobertura legal a estos proyectos alternativos. Para ir creando las condiciones idóneas donde estos nuevos proyectos sean preponderantes. No se trata de contraponer al esclavismo 2.0 un reformismo más o menos radical, sino generar un nuevo modelo que contraponer al actual donde el lema punk de los 70 tiene más sentido que nunca: “No future”

jueves, 12 de mayo de 2016

tribus malfolladas

TRIBUS MALFOLLADAS
            Y van… nos estamos acostumbrando a que la prensa, en especial aquella más cercana a los círculos de poder, desprecie, insulte y veje a quién no comparte su ideario. Algo que es aún más evidente si quien se atreve a poner en cuestión los valores de este Sistema es una mujer. ¡Herejía! De modo que no es difícil encontrar, día sí y día también, titulares que merecerían, no un post, sino un gulag, así, directamente, porque puestos a decir barbaridades permitidme que me apunte al carro, al menos hasta la próxima Araña.
            El último capítulo de esta macabra costumbre que se está convirtiendo en arte y tradición, y gracias al cual después nos enteraremos que seguimos vivos, ya que sin esos ataques constantes seguramente las gentes de izquierda ya nos habríamos extinguido, pues el último capítulo no es otro que la desacreditación, la enésima, de Anna Gabriel (diputada por las CUP) por utilizar y desarrollar un proverbio africano; “Para educar a un niño hace falta la tribu entera” concepto que ya desarrollaba Platón hace más de 2500 años. Pero vamos que en el Estado son más de filósofos como Savater a quien el conflicto vasco “le divertía”.
            Si no viviésemos en una sociedad enferma y alienada, es muy probable que el discurso de Anna Gabriel pudiese abrir un debate serio sobre el modelo de sociedad que hemos construido. Pero el Reino de Felipe es cómo el graciosete que todos hemos conocido en clase y que en medio de una explicación de su profesor grita “Ja, ja, ha dicho tribu”  y cualquier reflexión seria queda ahogada en el tumultuoso jolgorio posterior, y el niño malcriado y misógino se crece y añade, “y lo ha dicho la roja malfollada” y la platea rompe en aplausos, y el profesor ve cómo su clase se va al garete. “Hoy tampoco aprenderán nada”
            Debería preocuparnos mucho esta situación, sin embargo los ofendidos son ellos, los graciosetes, porque claro, resulta que la reflexión de Anna viene a poner en cuestión su moral, su ética, su familia judeo-cristiana, y todos los cimientos en los que se basa su reducido pensamiento, y eso no se puede permitir. No pueden permitir que nadie dude de que la educación de los y las niñas debe enclaustrarse en el hogar, en la familia, en el ámbito privado, evitando a toda costa la creación de lazos sociales más allá de los estrictamente convenientes, no vaya a ser que fortalezcamos en concepto social entre la masa.
Hace décadas que nos cargamos también el criterio educativo de la escuela para convertir a la misma en un centro de formación e instrucción, que, por mucho que traten de vender lo contrario, poco o nada tienen que ver con la educación. Hace tiempo ya que las relaciones vecinales se pusieron en cuestión, y mis recuerdos de pasar tardes en casa de mis vecinos mientras mis progenitores trabajaban, han pasado a mejor vida. Y avanzamos en la sociedad del YO ante todo, y nos sorprendemos.

Con estos mimbres esos cestos. Y yo me lamento, pero no tanto por los insultos a los que por desgracia nos estamos acostumbrando, sino porque por enésima vez el tumulto de los tontos, el barullo interesado nos cierra el paso a un debate profundo, y porque nuevamente no aprehenderemos nada, porque nada nos dejan aprender, y así pasan los días y los años. Rojas, putas y malfolladas, y no piensen más, rían las gracietas y descansen que no hay nada que ver aquí.

martes, 10 de mayo de 2016

mi derecho a ser feliz

MI DERECHO A SER FELIZ

            Nos manifestamos, nos cabreamos, luchamos por decenas de derechos subsidiarios del más básico, el derecho a la vida. Y desgañitándonos en esas batallas secundarias estamos olvidando de que va la guerra.

            No luchamos por la sanidad pública y gratuita por una sola cuestión de calidad, por una cuestión de visión económica desde la disyuntiva de la liberalización o el control estatal. No, exigimos una sanidad pública y gratuita como única garantía de que todas las personas puedan ver cubiertas sus necesidades de atención sin tener en cuenta su situación económica, su raza o su credo. Luchamos por el derecho a vivir, con salud.

            Tampoco luchamos por una educación pública y gratuita desde el único convencimiento de que éste es el único medio para mantener la independencia educativa lejos de las manos de las religiones o la burguesía, aunque a día de hoy esta educación se haya convertido en un sistema formativo destinado a crear útiles productores del Sistema Económico. No, exigimos el libre acceso a la educación, a la misma educación para toda la población, porque sin educación no hay posibilidad de libertad, y la vida sin libertad no es vida.

            Nos manifestamos para defender nuestros derechos laborales pero estos derechos no se limitan o no deberían limitarse a hacer más “humano” el trabajo. El trabajo no nos hace humanos, ni libres. El trabajo debiera ser una herramienta puesta al servicio de la sociedad para crear servicios que nos faciliten la vida, no para producir plusvalías para empresarios y capitalistas. Nuestro trabajo es nuestra herramienta para colaborar socialmente con quien nos rodea, con nuestras vecinas y vecinos.

            Defendemos el derecho al trabajo porque hemos dado al trabajo la condición máxima y somos capaces de perder nuestras horas, nuestras relaciones por un salario que no siempre nos garantiza nuestra libertad, ni siquiera la subsistencia. Una amplia mayoría de personas vive encadenada a trabajos basura, no solo por sus condiciones laborales, sino porque el lugar en el que invierten un tercio o más de su vida no les aporta nada a excepción del exiguo salario.

            Y con todas estas luchas, y muchas más, muchísimas más nos olvidamos de vivir y nos conformamos con consumir. Sustituimos el placer de la socialización con el nuevo I-pad, con el paseo por el centro comercial, soñamos con viajar para desconectar de nuestra realidad cotidiana y así nos olvidamos del verdadero placer de viajar para conocer otras realidades, otras vidas, otras amistades.


            Y aún me sigues preguntando por qué lucho, y yo sólo te puedo responder, por ser feliz. Esa es la clave, la razón, la única cuestión con importancia. Por eso el feminismo lleva una vida de ventaja, capaz de plantear que la vida lo es todo, es el centro, es lo único importante. Por eso si no se baila no es mi revolución. Por eso hemos de ir con una sonrisa en los ojos y un cuchillo entre los dientes, porque nuestro objetivo no puede ser la igualdad, la economía, el empleo, el ocio, los derechos, sino todos ellos a la vez. Porque nuestra lucha es por la vida, por el derecho a ser feliz

viernes, 6 de mayo de 2016

Srs de Podemos, yo no encajo

Srs DE PODEMOS, YO NO ENCAJO
           
     De aquel “derecho a decidir para decidirlo todo”, han pasado en dos pasos a invitar a la ciudadanía a decidir cómo encajar dentro del Estado, y yo, lo siento, el problema es que no encajo y no lo hago en ninguna de las dos definiciones del término:
1.     Meter una cosa dentro de otra de modo que quede ajustada.
2.     Aceptar una situación molesta o desagradable de determinada manera.

No tengo edad ya para aguantar una situación que me desagrada, al menos no sin mostrar mi malestar y mi indignación. Estoy en esa etapa de mi vida que si algo no me gusta lo digo, no me dedico a encajar los golpes en silencio. Si no me dejan decidir que NO quiero fracking, si no me dejan elegir cómo quiero que sean mis pensiones, si cada vez que apruebo una Ley que garantice mi derecho a la vivienda viene un tribunal desde Madrid y la paraliza, exijo mi derecho a decidir y a no encajar en un Estado que no me respeta.

Pero además es que cuando alguien quiere decidir no es para hacerlo dentro de un marco cerrado. No queremos elegir solo la salsa en la que somos cocinadas, queremos tener la oportunidad de decidir si queremos que nos sigan cocinando.

Decir que “existen naciones en el Estado que tienen derecho a decidir cómo encajan dentro” se parece demasiado a la letanía federalista que el PSOE recita cada cierto tiempo. Algo sin lógica y sin sentido. Y no, no lo digo únicamente desde el punto de vista del independentismo. Incluso para alguien que defienda posturas federales o confederales o de libre adhesión, notará las diferencias entre unas angulas y el surimi. Y es que, el primer paso para que dos partes puedan federarse o confederarse es que ambas se reconozcan como iguales, con iguales capacidades, con iguales potencialidades, y con igual poder. Por tanto, el único camino es el reconocimiento de esas naciones como Estados de pleno derecho.

Todo lo que no sea ese reconocimiento previo como Estado provocará una negociación asimétrica en la que se debatirá en sentido inverso al que corresponde en un proceso de Federación, Confederación o Libre Adhesión. Y es que, mientras en un proceso federativo lo lógico es que las partes decidan  de qué competencias están dispuestos a desprenderse o compartir con el resto, a lo que suenan los cantos de sirena tanto del PSOE como de Podemos es justamente a lo contrario, a tener que “robar” competencias a Madrid para que nos sintamos cómodas en el Estado. Será que cómo son nuevos en política y que desde Madrid desconocen lo que pasa fuera de la metrópoli no son conscientes que eso ya son las Autonomías y sus Estatutos, y que eso, la asunción de competencias, es la base de la política de partidos como el PNV, por ejemplo. Y sí, ese marco no nos vale. No lo hace porque se ha demostrado endeble, porque nisiquiera se han cumplido los acuerdos firmados y muchas competencias jamás han sido transferidas, pero además porque el interés centralizador de Madrid es cada vez más fuerte.


Por todo esto estoy convencido de que no encajo ni encajaré jamás en el modelo descafeinado propuesto por PODEMOS, porque aunque nunca me he sentido independentista sí creo en el derecho a decidir y decidirlo todo, y no quiero que me cocinen por muy atractiva que pueda parecer la pepitoria. 

lunes, 2 de mayo de 2016

Trabajadores o Proletarios

1º de mayo
¿Trabajadores o proletarios?
            Tal y como escribía en Facebook, ayer opté nuevamente por quedarme en casa y no salir a ninguna de las manifestaciones programadas. Sí, ya sé y reconozco que ésta es probablemente mi enésima incoherencia, pero qué le voy a hacer, soy así.
            Ayer fue  el día de las banderas, las siglas, los lemas diversos, la reivindicación de "mi manada". No digo que ese día no deba existir, digo que ese día no puede ser el 1 de mayo. Por la memoria de los mártires de Chicago, de las costureras de Nueva York este día debería ser el día de la Clase Trabajadora, o mejor Proletaria ya que el trabajo es una utopía en el fallido estado español. 
             Ya no aspiro a que esta fecha sea un llamado a la revolución social, supongo que me hago viejo, pero me conformaría con un llamamiento unitario, no será que no existen razones suficientes como para no ser capaces de encontrar un lema común. 
Ya digo que no espero una pancarta en cabecera gritando "HACIA LA HUELGA GENERAL, INDEFINIDA Y REVOLUCIONARIA" hasta ahí me han hecho perder la ilusión que me conformaría con algo sencillo y básico "DIGNIDAD, PAN, JUSTICIA"
            Sin embargo, aún con todo lo anterior, alguna reflexión y algún tipo de autocrítica deberíamos hacernos. Porque, si es cierto que no podemos olvidar, por desgracia, a los que día sí y día también traicionan a los trabajadores, no es menos cierto que esa realidad no es nueva y que ya hemos pasado suficientes años como para poder hacer un balance real de situación, y, a poco realistas que seamos, nos daremos cuenta que este modelo no nos está llevando a una situación de fuerza. Estamos, a día de hoy, lejos, muy lejos de la posibilidad de confrontar con el Sistema.
            A todo lo anterior habría que añadir que las “diferencias” irresolubles e insalvables no lo son tanto vistas desde la distancia. Y es que ayer no había un abanico de reivindicaciones tan amplio. “Por la defensa de nuestros derechos” y poco más. Pocos lemas por romper el Sistema, por romper el modelo, por pasar a la ofensiva. Y es que si nos parásemos a pensar, en lugar de indignarnos porque en las manifestaciones hayan aparecido líderes políticos del PSE, de Ciudadanos o del PP, o que incluso este último partido se haya permitido firmar un manifiesto en cuyo texto podemos leer lemas coreados en las manifestaciones. En vez de indignarnos deberíamos preguntarnos cómo es posible que estos líderes  burgueses se encuentren cómodos en estas manifestaciones. Qué estamos haciendo mal para que no se sientan fuera de lugar.
            No, hoy no me voy a extender mucho más, basta con leer algunos post anteriores para explicar cuál es mi opinión al respecto. No se trata sólo de flagelarnos, pero tampoco podemos quedarnos en la autocomplacencia. Necesitamos un debate social, un verdadero debate, no sólo unos procesos electorales periódicos, en los que enfrentar y confrontar modelos y sistemas, y ahí, será donde el sindicalismo tendrá su prueba de fuego, si se apuesta por una “defensa de Clase”, cambio de modelo incluido, o hablamos de seguir incidiendo en el sindicalismo de bufete dónde el abogado tenga más importancia que la Acción Sindical. Seguimos apostando por gestionar las Leyes que firma la Clase Política, o ponemos todo en cuestión, incluida la falsa verdad de que el trabajo es el que nos hace proletarios. Proletarios o Trabajadores, esa es la primera cuestión que debemos abordar en un Estado con un 20% de paro, y con cifras de exclusión social alarmantes.