miércoles, 21 de marzo de 2018

Delitos, justificaciones y castigos


DELITOS, JUSTIFICACIONES Y CASTIGOS

No hubo saludo alguno y Maddalen volvió a tomar asiento dispuesta a tomar notas en su bloc. Tampoco había grabadora a petición de Jon. “Todas nuestras conversaciones van a ser grabadas, pídalas a Instituciones Penitenciarias” fue su justificación cuando negociaron las condiciones de las entrevistas vía telefónica. No había preguntas ni temas vetados. Ni siquiera quería leer nada antes de ser publicado. “Usted preguntará lo que quiera, yo responderé lo que me dé la gana, y al final escribirá lo que al editor le interese, de modo que ahorrémonos discusiones”  Tan solo una exigencia taxativa, Maddalen no podría publicar nada antes de terminar las entrevistas. Ningún artículo de prensa, ningún adelanto.

Así que allí estaba, sentada frente a quien decían asesino frío y calculador, terrorista, pero también ideólogo cuyos escritos, cuyos discursos tenían miles de visualizaciones en la red al minuto de ser publicados. Creador de pensamiento crítico que había aleccionado a decenas de miles de fieles, un peligro social, un fenómeno de masas.
-Le recomiendo que no pierda el tiempo, es lo único que usted no tendrá. A mí, como imaginará, es algo que me sobra aquí dentro, así que, dispare- Dijo con una sonrisa casi imperceptible dando por iniciada la primera sesión de la entrevista. 40 minutos de visita, una vez a la semana a excepción de aquellas semanas que tenga visitas familiares.

-La primera pregunta es obligada, viendo dónde está ahora ¿De qué se arrepiente?

De nada. ¿Para qué sirve arrepentirse? Lo hecho, hecho está, y fue la decisión que tomé en cada instante la que me moldeó como persona. Fueron esas decisiones y no otras las que me trajeron hasta aquí.- Apenas hacía inflexiones para tomar aliento. Hablaba sin sobresaltos, pausado, como quien dicta una lección bien aprendida.
¿Si me arrepiento puedo volver a aquel punto y cambiarlo? No. Entonces mejor pensar que todos mis actos fueron conscientes y deliberados, y por tanto la mejor opción posible en ese momento concreto.

-Sin embargo, ha de reconocer que muchos de sus actos fueron moral, ética y socialmente reprobables, incluso fuera de la ley…

-Es posible. De hecho es cierto. ¿Pero quiere eso decir que estaba equivocado? Yo creo que no, simplemente ciertos comportamientos, ciertas acciones, no se enmarcaban en los estándares formalmente establecidos. Estándares con los que se puede disentir, o estar de acuerdo, pero que en todo caso no se deberían aplicar como normas jamás. Mire, la vida es flexible, fluye, cambia, gira, y ante eso colocamos barreras a los costados en forma de leyes, normas, reglamentos con la intención de llevarnos en una dirección, pero la vida es un auto descontrolado.
Usted se pasa la vida tomando decisiones, y esas decisiones irremediablemente le llevarán a los arcenes de lo establecido en cientos de ocasiones, y en muchas traspasará las delgadas líneas de lo teóricamente correcto, a veces de manera inconsciente, otras de forma totalmente consciente, pero siempre dentro de un contexto; su vida. Pero esas líneas; las normas, las leyes, etc. no contextualizan, no tienen en cuenta la vida, aquello que nos rodea. Yo soy yo y mis circunstancias, que, a pesar de que la filosofía ya no esté en el currículo académico, es uno de los axiomas más acertados con los que me he topado.

-¿Quiere decirme que en función de la situación una persona podría saltarse la Ley y cometer un crimen, digamos, un asesinato?

-Sí, claro. No es que pueda, es que lo hacemos a diario. Es nuestra situación la que nos empuja a tomar decisiones, y esas pueden ser enamorarnos, -por primera vez su mirada se cruzó con la Maddalen.- trabajar en este o aquel medio de comunicación, venir a entrevistar a un terrorista con falda o con pantalón, o asesinar a nuestro vecino.

-O sea, me está diciendo que según las circunstancias en las que se cometa un asesinato puede estar justificado…

-Pero no me sea ingenua, ¡Claro qué está justificado! ¡Siempre está justificado! -Su voz, que había sonado pausada en todo momento, se elevó un tanto, para recuperar la compostura casi al instante-  Lo que a usted pueda parecerle la mayor atrocidad jamás cometida…
El Holocausto Nazi, por ejemplo…
El Holocausto Nazi estuvo justificado. Hitler y sus locos secuaces crearon toda una justificación para su locura. Y la justificación existe. Lo que no podemos decir es que el resto de la humanidad comparta esa justificación. Es más, para una gran mayoría de la humanidad esa justificación nos parece tan execrable como los propios hechos. Por cuanto es la justificación la que de algún modo permite llevar a cabo ese genocidio, yo diría que es aún más abominable.
El problema radica en que hemos perdido la capacidad del lenguaje. Hablamos, escribimos, pero no analizamos lo que decimos. De esa forma nos perdemos los matices cuando son estos matices los que nos permiten analizar los hechos de forma concluyente.
Usted cuando habla de justificación en realidad quiere hablar de motivos exculpatorios, porque en el fondo ha asumido que algo que está justificado es algo que tiene una razón de ser y por tanto tiene que ser legal, moral y ético. Así habla el poder, y nos convence con informes, documentos, análisis, estudios, todo lo que sea necesario para crear una justificación contundente.
Por tanto, lo que yo digo es que todo acto tiene justificación, no que dicho acto sea o no sea reprobable moral, ética o socialmente, digo que siempre, en la totalidad de los casos un acto está justificado, incluso el asesinato de tu vecino.

-Entonces, resumiendo, no se arrepiente de ninguno de sus actos pasados de lo que podemos deducir que, si no hay arrepentimiento, tampoco pedirá perdón por las consecuencias de esos actos…

-Tire con fuerza un plato contra el suelo. ¿Qué ocurre? Lo normal es que se rompa, ¿no? Ahora pídale perdón. ¿Se ha arreglado? ¿Se ha recompuesto?
Si algo de lo que has hecho ha provocado algún daño no deseado no pidas perdón, actúa y trabaja para su reparación. Por supuesto, reparar algo dañado es mucho más complicado que pronunciar la palabra perdón, pero infinitamente más efectivo. Y no pretendo entrar en las connotaciones judeo-cristianas del término aunque esa moral, esa teoría lo inunde todo, incluida ésta entrevista. Pecado, arrepentimiento y perdón… y ya, dicho sea de paso, la imposición de penitencia que, cómo puede observar, soporto estoicamente. –La risa abierta que siguió a esas palabras sorprendió a la periodista.

-Pero esa penitencia que usted dice es resultado de sus acciones pasadas

- Usted no escucha. – Mientras lo decía, en su rostro se dibujó una sonrisa condescendiente-  Claro que en parte es resultado de mis acciones, pero no olvide otros factores, leyes, reglas, jueces… política. Las mismas acciones no tienen siempre los mismos resultados.
De todos modos son muchas preguntas circulares para una sola respuesta. La cuestión, como le he dicho, es que no reniego de lo realizado, no me arrepiento porque simplemente, y mientras nadie me demuestre que se puede viajar en el tiempo, no se puede cambiar lo realizado.

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