viernes, 21 de octubre de 2016

Violencia eres tú

VIOLENCIA ERES TÚ
            Vivo en un Estado donde se ejerce la violencia sin medida, a diario. En ese mismo Estado millones de personas, sin título alguno que les permita ser jueces, condenan y exigen que se condene determinadas actuaciones violentas. Un Estado que viola cuantos derechos se ponen en su mira. Un Estado podrido hasta la médula por corruptos, chupópteros y gentes de mal vivir que nos dicen cómo hemos de vivir nosotras, las que generamos la riqueza en la que nadan. Un Estado reducido a una bandera. Una bandera que no es la mía y día a día la de nadie.
            En el Estado en el que vivo los derechos de la ciudadanía están escritos en un libro que nadie lee, pero que, como con El Quijote, todos consideran una obra monumental mientras rugen los estadios. Ese libro es sagrado, no se toca, salvo que lo exija el Mercado desde su arbusto ígneo. Sus artículos son mandamientos que se cumplen a rajatabla, salvo algunas cosas. Ni vivienda. Ni trabajo. Ni igualdad. Ni libertad. Ni justicia. Todo queda empantanado bajo la palabra sacrosanta; Unidad.
            En este Estado se rasgan las vestiduras con rapidez ante una pelea tabernaria. Y por antecedentes uno se sorprende al ver que no sacaron su arma reglamentaria. Sí lo hizo el ex de una nueva víctima que tropezó con sus balas. No sirvió la denuncia previa, él tenía presunción de inocencia. Si lo hizo aquella benemérita en una gasolinera. O aquel que por wathsapp se vanagloria de sus viriles hazañas. “Y si estamos borrachos saco la pipa y se terminó la chorrada”. Y qué decir de aquel que, harto de la discusión, recordó que bajo el sobaco tenía un arma y decidió ganar la batalla del bar de su barriada. Todos ellos con alma de charol y de plomo calaveras, pero nada en común, que malas hierbas hay en todos lados.
            No soporta este Estado ataques a la libertad de expresión, al menos a la de un lado. Si universitarios se manifiestan, condena que te crio, que vienen adoctrinados, que se empieza denunciando y se termina rozando el centímetro con las manos. De periódicos cerrados mejor no hablamos.  Que la disidencia es violencia y nosotros la condenamos.
            Y así pasamos la vida, por violentos asustados. Violentos que gobiernan para ricos y para bancos. Que desahucian a familias. Que te explotan. Que roban. Y son votados. Y te quieren en silencio, te quieren bien callado, asustado. En este fabuloso Estado no es violencia pasar hambre. Dormir sin techo es pecado. Y tú, pecador confeso; feo y vago. No es violencia destruir la sanidad o la educación. No es violento un sistema que asesina a las mujeres, porque solo ellas mueren. Y son lobos solitarios, no hijos adoctrinados del patriarcado. No es violencia el paro, la inseguridad, que nos roben el presente, del futuro ya ni hablamos.

            Vivo en un Estado violento que amenaza a nuestros mayores con matarlos. Sí, no es ningún engaño. Sin pensión, sin jubilación, y trabajando. Que vivimos demasiado. Los pobres, quede claro, que los pudientes no molestan tanto. Nos dicen que no hay dinero para pagar las pensiones, ni siquiera hasta fin de año. No nos dicen que ellos lo han robado. Y sin vergüenza ni empacho, Blañez plañe; ¡Que trabajen! Y no condenan la violencia de este Estado, porque la violencia del poder de legal tiene marchamo. Fuera, a la intemperie quedamos el resto, quienes protestamos. A nosotras, no hay empacho, a nosotras la condena, a nosotras la violencia del Estado.     

martes, 18 de octubre de 2016

En toda guerra se disparan balas

EN TODA GUERRA SE DISPARAN BALAS
           
           Vivo en el hartazgo continuo, lo siento. Entiendo que debería vivir la vida desde un lado más positivo. Optimista. Eso debería ser yo. Ver la botella medio llena, en lugar de ser consciente de que se está vaciando. Pero así soy yo, y es que no me ponéis fácil ser de otra forma. Y lo intento. Lo prometo. Pero de un tiempo a esta parte la vida me supera.
            Ahora está de moda el cuñamometro. Repartir carnets de cuñados se ha puesto de moda. Lo que en principio parecía una forma hasta inteligente de tomarse con humor el antiguo ToLoSismo, o sea, de TOLOSAbe, se está destapando como una nueva forma de elitismo, tan actual en estos tiempos. Parece que para opinar hay que tener un par de carreras, tres masters, y algún doctorado. Y no, no tengo nada en contra de las personas instruidas, al contrario, pero esto se nos está yendo de las manos.
            Ya no basta con tener que escuchar, día sí y día también, a los nuevos pijo-progres hablarnos de la generación más preparada de la historia que tiene que trabajar de camareros, como si atender una barra no fuera algo digno. Que digo yo, que estaría bien que los y las amables camareras les dijeran algo amable cuando les pidan una caña. No, ahora también tenemos que callarnos y escuchar sus sabias y únicas opiniones válidas.
            Pero vivimos tiempos convulsos, y para los que nunca hemos sido de batucadas y repartir flores nos resultan curiosas ciertas posiciones antimilitaristas más propias de la pubertad que de instruidos universitarios. Gente que ocupa embajadas rusas por los bombardeos en Alepo y no se atreven a hacer lo mismo con los USA. Incluso alaban la misma actuación en Mosul. Personas que ven la guerra como si se enfrentaran arcángeles contra demonios, blanco o negro, buenos y malos. Personas, colectivos de importante influencia social que se rasgan las vestiduras porque el ejército saudí utiliza armas “made in Spain” para masacras yemenís. Y yo me pregunto si todo esto es fruto de la inconciencia o de la más pura hipocresía.
            Las balas que tú fabricas pueden terminar en tu pecho de obrero, claro que sí. Las armas se fabrican para asesinar. Los ejércitos no son, ni pueden ser defensivos, no se disparan las balas para interceptar otras balas, se disparan para matar personas. Ningún pobre diablo gana una guerra muriendo por su patria sino haciendo que otro pobre diablo lo haga por la suya.
            No se trata por tanto de hacer declaraciones pueriles contra las guerras, sino de reconocer que toda guerra tiene unas razones y unas raíces contra las que hay que luchar. Y sobre todo que pocas guerras existen que sean hechas por las clases populares. Como decía Paul Valery “La guerra es una masacre entre personas que no se conocen para beneficio de personas que sí se conocen pero no se masacran entre sí”
            Es noble, claro que sí, querer acabar con las guerras, pero para ello sólo hay un camino, terminar con las desigualdades, acabar con el hambre y la pobreza, pero sin hipocresías, sin olvidar que para ello hay que terminar con la riqueza y sí, probablemente ello requiera una guerra. Hay que acabar con la cultura de la destrucción, de la muerte, de las escaladas militares, y más que exigir que dejen de venderse armas, lamento no escuchar voces cualificadas exigiendo que se valore más a una persona cuidadora que a un ingeniero que diseña prototipos militares. Quizás por ahí pudiéramos abrir brecha al sistema, y sí, seguramente requeriríamos una guerra. Porque nadie (o casi nadie) cede sus privilegios por las buenas.

            Ahora puedes hacerte cruces, llamarme violento, engañarte y vivir en la hipocresía, o puedes aceptar la realidad y pensar que tu sofá es trinchera, pero no para tu revolución florida sino para perpetuar el Sistema. Si no te mueves no sentirás las cadenas, pero no significa que no las tengas. Y no, no te las van a quitar de forma voluntaria. ¡Pero qué voy a saber yo, si sólo soy otro cuñado más! Si no tengo tus conocimientos, ni tus títulos. Quizás esté equivocado y sea cierto que con trompetas cayeron los muros de Jericó. 

jueves, 6 de octubre de 2016

No me jodas, Amarna Miller

NO ME JODAS, AMARNA MILLER

            Mi primera discusión sobre sexo la tuve a una edad muy temprana, sobre los 5 o 6 años. Era domingo, un domingo cualquiera. Mi madre había preparado lo que nosotras, en casa, llamábamos paella y que yo voy a llamar arroz para evitar herir sensibilidades. Cuando nos sentamos a la mesa yo me enfadé porque entre los granos amarillos del arroz sobresalían unas pequeñas e infames bolitas verdes. - ¡Guisantes! – Clamé. –No me gustan- A lo que mi madre, envuelta en su bata de cocina respondió- Pero si no los has probado, ¿Cómo puedes decir que no te gustan?- Mas, cómo yo insistía en que aquella legumbre no me gustaba, y amenazaba con una pataleta histórica, mi madre decidió que no merecía la pena discutir con su hijo. –Pues si no te gustan los guisantes, los apartas- Y fin de la discusión. Mis padres y mi hermana siguieron degustando el arroz al completo mientras yo perdía el tiempo separando las bolitas verdes.
            ¿Qué dices? ¿Qué eso no fue una discusión sobre sexualidad, erotismo y/o placer? Puede, pero os aseguro que últimamente, cada vez que veo un debate en el que sale el tema de la sexualidad de las personas revivo este pasaje de mi vida. Y es que, no conozco otro tema en el que se viertan tal cantidad de opiniones “autorizadas” desde el desconocimiento.
No, ya sé que no es algo nuevo. Cuando el sexo era algo tabú, (si es que ha dejado de serlo) restringido moral, religiosa y legalmente al matrimonio “cómo Dios manda”. Cuando cualquier práctica fuera del “misionero” era considerada poco menos que una aberración, desviación, perversión y patología. El clero era quien marcaba las sanas directrices. “Creced y multiplicaos”. Tú, mujer, subyúgate al placer de tu esposo. Siempre atenta, siempre dispuesta y no goces. Clero, que en el caso católico, no cata, o no debería catar placer erógeno, y que sin embargo se creía y se cree con el derecho a darnos lecciones sobre qué está bien y qué no.
Pero los tiempos están cambiando, que decía el viejo trovador de Minnesota. Ahora, sobre el papel, se han despatologizado muchas de las prácticas sexuales ejercidas. Se presupone que, salvando al conservadurismo, el tabú que siempre ha rodeado al sexo se está diluyendo. (Permitan que muestre mi escepticismo) Y esto hace que se abran debates sumamente interesantes en nuestra sociedad, muchos de ellos gracias a la labor de un feminismo siempre activo y reflexivo. Se habla de prostitución desde otros parámetros, de porno, de sexos, de vida. Y yo aprendo, escucho y hablo poco, o al menos lo intento. Sin embargo, hay algo sobre lo que no hemos avanzado y que me empuja a escribir este post. Seguimos hablando de lo que desconocemos, y cómo un niño de 6 años, decimos que no nos gusta sin haberlo probado.
Contemplo con estupefacción como, cuando un debate alrededor del sexo se encona, todas las partes se permiten hablar del BDSM (Bondage, Dominación-Sumisión, Masoquismo) Es más, se lanzan raudos y raudas, veloces a utilizar el BDSM como argumento cuando la mayoría no lo han probado y muestran un desconocimiento total del tema. Y me recuerdan a esos curillas hablándonos de las obligaciones maritales, y lo sucio y pecaminoso del sexo por placer. Utilizan argumentos, datos que no se atreverían a utilizar con otros temas.
Recientemente he visionado un debate en el que en la mesa había cuatro mujeres y un hombre. Dato irrelevante sin duda, e incluso agradable porque no me quiero imaginar ese mismo debate con cinco machos alfa sobre la mesa. Se debatía, entre otras cosas, sobre el porno, y lo que de patriarcal tiene el mismo, y cómo no podía ser de otra forma, a los cinco minutos toda la mesa estaba hablando de las prácticas BDSM. Por sus comentarios no era difícil percatarse que ninguna de las personas allí presentes eran practicantes, para muchas toda la información que tenían de estas prácticas provenían directamente del “porno comercial” sobre el que se estaban posicionando. Y ahí está la clave. Que tanto quienes defendían dicha pornografía, como quienes la criticaban utilizaban los lugares comunes de ese “porno comercial” pensado para satisfacer un consumo heterosexual y masculino/machista, repleto de tópicos, latex y fustas.
De todos modos, no es mi intención defender una u otra práctica sexual y mucho menos opinar sobre la pornografía. Allá cada cual, yo puedo decir que soy aprendiz, y quiero aprender. Solo pido dos cosas, si van a utilizar el BDSM como arma arrojadiza infórmense, vayan, por ejemplo, a un local como el 5 Roses de Barna y contemplen, hablen con las personas allí reunidas. Sorpréndanse de que es más fácil ver sumisos que sumisas. Y la segunda petición es más simple, si no les gustan los guisantes apártenlos del plato, pero no nos obliguen a cocinar el arroz sin ellos.

Sin embargo, como viene siendo habitual, la nota de cordura la puso la intervención telefónica de Irantzu Varela. ¡Cuánto aprendo, y cuánto que agradecer a ésta mujer! Por fin alguien habló de las tres claves básicas, DESEO, PLACER Y CONSENSO. Sano, seguro y consensuado. Así de simple. Y por cierto y para terminar, hoy tengo la sana intención de darme un atracón de guisantes con jamón, porque no sé en qué momento los probé, y me gustaron. ¡Qué cosas!

lunes, 3 de octubre de 2016

Y ganó el NO

Y GANÓ EL NO

            Si le cantas a la paz el plomo desgarrará tu corazón. Hoy saldrá el sol, pero difícilmente podré calentarme. He despertado frío como el hielo, aunque algo arde en mi interior. Y escribo, escribo para vomitar la bilis acumulada porque sin palabras, sin papel, sin intelecto sólo quedan las balas.
            Apostar por la humanidad es perder en un segundo toda esperanza y el futuro que se avista es negro, es más que eso, es la nada de “La historia interminable” y sí, lo siento amiga, si un lunes por la mañana no te parece el mejor momento para leer un texto fundido en negro, pero así, de luto debiéramos amanecer quienes sólo aspiramos a vivir y ser vividos.
            Hoy ha ganado el pastor del ganado. Quienes se lucran del sufrimiento han entendido mejor este podrido mundo que quienes, ¡Ay ilusos!, pretendían crear un futuro. Así nos va, no me pidas hoy sonrisas.
            Que una mayoría social apueste por continuar la guerra desde su sofá dice mucho de este mundo. Y lo hacen desde el sofá, porque quienes sufren la violencia votaron mayoritariamente SÍ a la PAZ. Son los que lo ven por las pantallas de sus televisores, móviles, ordenadores los que han dado la razón al Señor de la Guerra. Sólo les vale la victoria total, el absurdo, lo imposible, solo les vale mantener un estatus de guerra que a algunos les ha permitido medrar. Vergüenza.
            Pero no, no me malinterpreten. No quisiera, ni puedo, ni deseo dar lección alguna desde esta Europa corrompida y nauseabunda. Análisis habrá a cientos que nos convenzan de que eso en un Estado de Derecho moderno (eufemismo utilizado para seguir marcando diferencias entre el “Occidente civilizado y los barbaros colonizables”) nunca hubiera ocurrido. Obviando que se parecen tanto los bloqueos de allá y Aiete. Que quién mantiene su txiringuito al albur de las balas no quiere recibirlas empaquetadas.
            Ayer ganó el NO a la paz de los que menos sufren la guerra, igual que arrasó el NO a la solidaridad de quienes se creen mejores. Y no, no me vale que el referéndum no fue válido por la baja participación. No nos hagamos trampas al solitario, si traspasásemos el resultado a unos comicios presidenciales, el partido Fascista que enarbolase esa bandera habría recibido el 65% de los votos. Esa es la realidad de un mundo que hoy no se merece mi respeto. Esa es la verdad que hay que leer, y dejar las batucadas.
            Y hoy no quiero politólogos que me expliquen cómo se perdió el mensaje. Hoy no quiero que me den clases sobre errores comunicativos. Hoy no valen lecturas sesudas porque las cuestiones eran sencillas y hasta un párvulo discerniría. Hoy no valen paternalismos. Hoy no vale justificar la ignorancia. El voto era simple en ambos casos, y en los dos perdió el ser humano. Victoria inapelable de quienes llevan gobernando el mundo, del matón del patio del colegio. Victoria de Darwin y su “Ley del más fuerte”

            Lo siento hijo mío, fracasamos, tu mundo aún será peor que el mío. Pero luchamos, te juro que luchamos, seguimos y seguiremos luchando. Desde la trinchera de la vida contra todos. Y no tengamos miedo a las cenizas, porque eso es lo único que querrán dejarte, nuestras manos construyeron éste mundo y volverán a hacerlo, una y mil veces. ¡Aguante mi gente valiente, la que dijo Sí a la esperanza, porque volvimos y volveremos!