jueves, 3 de enero de 2013

El huevo, la gallina o la sartén


EL HUEVO, LA GALLINA O LA SARTÉN

            El fuego al 6, el fondo de la sartén cubierto de maravilloso aceite de oliva, y una rodajita de ajo flotando y nadando en tal piscina dorada. Ya solo me falta coger un huevo de la nevera; sin embargo mi sorpresa llega cuando al abrir la puerta y encenderse la lucecita (esta vez he estado muy cerca de ver al enanito que aprieta el interruptor) descubro con estupor que todos los huevos están caducados. Y no, no ha pasado un día, ni dos, sino toda una semana. Un sudor frío recorre mi espalda, me falta valor, tengo pánico a una muerte ridícula. Ya me imagino la portada de los periódicos, asesinado por el aborto de una gallina...

            Firme con mis convicciones, decido no echarme atrás. Me apetece cenar un huevo frito y este contratiempo no va a arruinarme mi manjar. Aunque no puedo obviar que son las 9 y cuarto. Los comercios de barrio están cerrados y solo tengo una opción, viajar a lo inexplorado, recorrer el centro comercial.

            Atravesar el umbral es una experiencia religiosa. Me reciben centenares de neones, carteles luminiscentes, y miles de ofertas en colores chillones. Trato de escurrirme de tal locura y no desviar mis pasos para llegar lo más rápidamente posible a la zona de alimentación. Sin embargo, apenas he recorrido unos pasos cuando una mujer se detiene frente a mí. Levanto la mirada que ocultaba en los baldosines del suelo, para descubrir su rostro que me recibe con una gran sonrisa a la cual no puedo sino responder con otra. ¡Que grata coincidencia! -¿Cuánto hace que no nos veíamos?- ¿Qué tal la familia?- ¿Y los peques?- Me alegro de corazón de que todo le vaya bien, sin embargo no se estar callado y hago la pregunta impertinente de la noche. -¿Y que haces por aquí?- Trabajo aquí- responde- en el PRIMARK-. Reconozco mi ignorancia y pregunto que es el PRIMARK, y ella amablemente me explica que es una cadena que vende ropa y  lencería de hogar a precios módicos, muy módicos.

            Irremediablemente, deformación profesional lo llaman, mi cabeza comienza a dar vueltas y a pensar como es posible que un comercio pueda vender tan barato; imagino a centenares de niños explotados en un país exótico haciendo camisetas, imagino las condiciones laborales de toda la cadena de producción, y cuando me canso de imaginar y antes de que mi amiga piense que soy mudo, decido seguir siendo impertinente. –¿Y que tal tus condiciones? ¿Te pagan bien? – 600€ por 36 horas semanales y siempre de noche. Pero es lo que hay.

            Me despido un poco más enfadado mientras añado a mi lista negra, esa que encabeza MERCADONA, un nuevo comercio al que juro no volver a entrar y disculpándome, casi corro hacia el supermercado antes de que cierren. Pero está claro que hoy no es mi día y antes de doblar la última esquina que me lleva a la infinita fila de cajas registradoras, esta vez, es una voz masculina la que me llama por mi nombre. Me giro y ahí esta él, mi viejo amigo. Evito preguntarle por el trabajo, ya sé que lleva meses en el paro y no es cuestión de hurgar en esa herida. -¿Hombre, que tal, como tú por aquí?- Ya ves, de compras- dice al tiempo que me enseña dos enormes bolsas con el logo de PRIMARK llenas hasta los topes de calcetines, ropa interior y camisetas.- Es un chollo- explica- me puedo vestir por cuatro duros.- Lo miro condescendiente y me muerdo la lengua para no soltar un discurso absurdo sobre las condiciones laborales de los trabajadores, y los niños cosiendo camisetas. A mi amigo le sobran las razones para comprar ahí, o mejor dicho, su situación económica le empuja a comprar ahí.

            Por el rabillo del ojo observo como empieza a bajar la persiana del supermercado, así que sin huevo para cenar decido invitar a mi amigo a tomar una cerveza. Por el camino mis neuronas, frenéticas, empiezan a desvariar. Si la explotación laboral permite a una empresa vender barato, y esa misma explotación obliga a los ciudadanos a comprar en esa empresa que para rebajar aún más los precios ha de seguir explotando, lo cual obligará a los trabajadores a buscar precios aún más baratos... ¿que fue primero, el huevo o la gallina? Indudablemente la respuesta es... la sartén en la que nos está friendo el sistema.