BARCENAS Y EL DÍA
DEL ORGULLO
Tengo querencia por las personas de moral distraída. Quizás
sea porque los moralistas han demostrado sobradamente que saben hacer de la
hipocresía hipérbole. Y es que siempre han sido mejores los curas con sotana,
se les veía venir y uno podía hacer tres cosas, prepararse para aguantar estoicamente
su sermón, preparar el argumentario para la discusión o abandonar antes del
combate. Sin embargo sin sotana o con moral, uno desconoce a la persona que se
esconde tras esa apariencia normalizada.
Me imagino a cualquiera de los Diputados (sí, la mayoría de
los intervinientes con “O”) que ayer hicieron preguntas al aire, viendo frente
a ellos a una de esas “personas de bien” que con chulería y descaro les vaciló
durante unas cuantas horas. Me los imagino y me pongo en su lugar, por afinidad
quizás haciendo las preguntas que hizo Oskar Matute, y no lo puedo remediar, sé
que no podría evitarlo. ¿Usted es más de volquetes de putas, de tomar algo en
el Bar España, o de travestirse en la intimidad de su piscina? Porque sí, porque debajo de ese
traje impoluto y su ancha espalda me lo imagino con la última colección de
Victoria´s Secret. Y no me entendáis mal, no me parece ni mal ni bien, al menos
la última de las tres opciones dadas. Lo que me supera es la consabida
hipocresía.
Esas personas rectas e impolutas que nos dicen lo que es
normal, cuál es nuestra anormalidad y cuánto hemos de pagar por ello. Y aquí,
aunque en un lado más que en otro, no se libra derecha ni izquierda, que la
moral es “apolítica” gobernando las instituciones.
Siempre me han gustado las personas de moral distraída,
porque tienden a ser personas respetuosas, a la espera, tal vez, de que las
respeten como merecen. O sin esperarlo si quiera. Exigiendo. Esas personas son
las que me enamoran. Las que hartas de ser pisadas, gritan, golpean y patalean
para que las escuchen y hacerse escuchar. Desde Sylvia Rivera hasta Laura Bugallo, desde Theo Anna
Sprüngli hasta Andrea Momoitio, desde Ullrichs a Mikel Martín, y tantas otras.
Pero los moralistas son como las cucarachas, creo que si
alguien sobrevive a una explosión nuclear serán ellos. Su capacidad de
adaptación es tal que todo lo fagocitan, con cara de asco si es necesario. Así,
cuando se abre una brecha en su mundo cerrado, nunca se dan por derrotados,
sólo retroceden, un poco, lo justo para que la honorabilidad no se resienta
demasiado. Que si hay que soportar que algunos salgan de armario, pues se hace.
¿Que Maroto se casa?, pues vamos al banquete. ¿Que tenemos que aguantar que
cuatro maricas, cuatro bolleras y dos trans se manifiesten por la calle? Pues le
ponemos un nombre fashion y buscamos la tajada, que la hay, que el Capitalismo
es así. Pero hasta ahí. No vayamos más allá. No nos obliguéis a sacar a
nuestros perritos a patrullar las fronteras de la moralidad. Porque aceptan a
regañadientes la diversidad, siempre que esta sea capaz de mimetizarse con su
entorno moral. No pluma. No contestatarias. No rebeldes. Gais sí, pero que no
se note demasiado. A poder ser sin muestras de afecto por nuestras calles. Ni
un beso casto. A poder ser sin darse la mano. ¿Libertad? En vuestras casas. Lo
doloroso es que los readaptados son los primeros cipayos y, de un tiempo a esta
parte, la moral es discurso de quienes se dicen liberadas.
Y en esas estamos. Mañana, 28 de junio, comerciantes que el
27 y el 29 los expulsan de sus comercios, pondrán un arcoíris en la puerta.
Alcaldes y alcaldesas que permiten que los “nazis de orden” den palizas indiscriminadas,
mañana celebrarán cada €uro rosa que entre en su bolsillo. Y el 29 todo volverá
a la normalidad, yo seguiré amando a mis insurrectas, ellos seguirán atacando a
todo lo que se salga de lo establecido. Y mientras nos roban, mientras nos
torturan, mientras nos esclavizan con sus impolutos trajes y vestidos “prêt à
porter”, yo seguiré sabiendo quién compra los dildos XXL, quién compra por
catálogo, quién zarandea la noche en oscuros antros, quién se flagela. Y todo
eso con cara de disgustado estreñimiento, como la de Luís el Cabrón que guardó
silencio en la comisión del Parlamento mientras disfrutaba de lo robado.
“Hipocresía moral y
orgasmos enlatados
Prefiero ser libre
Y disfrutar de mis
pecados.
Amén” (Sublevados, Live
in Alcobendas)
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