lunes, 3 de abril de 2017

Morir no es una opción

MORIR NO ES UNA OPCIÓN
“No hay nada inevitable, salvo la muerte” reza un dicho popular y del que, sin embargo, parecemos querer huir a diario. De un tiempo a esta parte nadie muere porque sea ley de vida. Todo el que fallece lo hace por un motivo. Un cáncer, una parada cardio-respiratoria, infarto cerebral… etc. Y contra todos esos motivos tenemos una respuesta. Más deporte, comida más sana, fármacos, cuidados… Pareciera a veces que quien se muere ha sido por su propia ineptitud más que por que al final de la vida siempre nos espere la Parca. Un mantra similar al de la pobreza. Se es pobre porque no nos esforzamos lo suficiente para ser ricos. Y tragamos.
Cómo vamos tragando nos van aumentando la dosis a todos los niveles. La última en Araba viene de la Diputación, de su Departamento de Servicios Sociales, y un estudio encargado por el mismo según el cual, casi la totalidad de nuestros mayores desearían vivir en su casa cuidados por sus hijos. Pero deseo no es igual a realidad, deberíamos saberlo. Lo grave es que la Diputación, una institución pública, recoja ese anhelo legítimo de las personas y lo convierta en directriz política, en coartada para legitimar los recortes y la involución social.
El planteamiento de que las personas mayores han de quedarse en casa cuidados por sus familiares es una involución inaceptable e imposible en la sociedad del siglo XXI.
En primer lugar, porque estamos hablando de que si la persona que requiere cuidados tiene más de 80 años como dice el “estudio”, su hija, a la que Diputación quiere responsabilizar de hacerse cargo de su cuidado, probablemente tenga más de 60 y a su vez empezará a ser demandante de cuidados.
En segundo lugar, porque las familias del siglo XXI cada vez tienen menos que ver con las del siglo XX. El número de personas que llegan a esas edades sin descendencia por diversos motivos aumenta. Y hay que tener en cuenta que las relaciones familiares no tienen por qué ser fluidas y óptimas.
En tercer lugar hay que tener en cuenta que en esta sociedad profundamente patriarcal, el responsabilizar de los cuidados a la familia es igual a decir que las hijas serán quienes tomen esa responsabilidad. Atando nuevamente a la mujer al hogar, después de que, muy probablemente lo hayan estado mientras cuidaban de sus propios hijos.
Y si juntamos todo el cocktail anterior no sería difícil imaginar que para que se pudiera dar, siempre según los cánones actuales, ese cuidado en el hogar, tendríamos que meter bajo un mismo techo a cuatro generaciones, lo que unido a un mercado laboral precario como nunca acrecentaría las situaciones críticas de exclusión, pobreza y marginación.

Por supuesto que el ideal de futuro en cuanto a la atención de nuestros mayores es lograr extender la autonomía de estos al máximo. Que puedan vivir de manera autónoma el máximo tiempo posible. Sin embargo ese objetivo es inalcanzable con los recursos existentes en la actualidad. Mantener a un usuario actual de una residencia en su domicilio significa apostar por proyectos colaborativos y apoyos profesionalizados 24 horas al día. En definitiva, una inversión  muy superior de la que se realiza en estos momentos para mantener una red residencial. Pero el estudio, y sobre todo las conclusiones de la Diputación, no van en ese sentido, sino que lo que plantean es reforzar unas ayudas económicas que son claramente insuficientes, y que buscan atar a las mujeres de por vida al cuidado de sus familias. Una vergüenza viniendo de una institución pública en pleno siglo XXI. 

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