lunes, 10 de abril de 2017

La mataré

LA MATARÉ

Nunca he creído en el arrepentimiento, y el perdón se lo dejo a los cristianos. Si me equivoqué, y lo he hecho miles de veces, de nada sirve lamentarlo. Nada va a cambiar por ello. Al contrario, lo que me queda detrás de cada error es aprender del mismo para intentar no volver a cometerlo, y si con ese error alguien ha salido dañado mi obligación es trabajar para recuperar el jarrón roto. Este es un dogma que llevo marcado a fuego y que intento cumplir a rajatabla. ¡Cuánto más fácil sería esperar el perdón! Pero yo he optado por otra vía, más larga, y en la mayoría de ocasiones más dura y dolorosa. Lo que me parece inaceptable es tratar de reescribirnos, y pasado un tiempo de nuestro error, olvidarlo, como si nunca lo hubiéramos cometido, o peor aún, tratar de convertir un error en algo que nunca fue.

Viene este desvarío, no a hablar de los últimos y transcendentales acontecimientos en mi tierra, sino para poner en solfa una carta aparecida en "El País Semanal" firmada por Sabino Méndez, a la postre, compositor de muchos de los grandes éxitos de José María Sanz “Loquillo”. En ésta carta el autor trata de justificar, 30 años después, que uno de los mejores temas de Loquillo y los Trogloditas no tiene una letra machista y a mí esto me atufa tanto como esos progres que aseveran que estuvieron en La Sorbona aquel mayo del 68 para ser algo entre la progresía, aunque nunca salieran de Carabanchel (el barrio).

“La Mataré” es un tema machista a más no poder, y cómo tal hay que entenderlo. Es fruto de su tiempo, y sobre todo del tiempo de sus autores. Para bien o para mal. Se puede enmarcar en eso, en un tiempo, en una situación, o se puede hacer lo que intenta Sabino, reescribir la historia e inventar una nueva en la que, lejos de aprender de los errores, se justifica aquella acción. Esto nos hace pensar que en este caso, sobre el machismo, no ha habido evolución lógica del personaje. Porque todos, a lo largo de nuestra vida evolucionamos, hacia unas u otras posiciones, musicalmente, socialmente, políticamente, eso no es sorprendente. Que “el loco” haya pasado de ser el hijo de un anarquista represaliado del Clot, capaz de dedicar temas a Durruti, a  ser defensor de Ciudadanos, es una cuestión personal que, al menos para mí, no pone en cuestión que muchos de sus temas hayan sido la banda sonora de mi juventud, incluido éste.

Y es que a mí no me duelen prendas en reconocer que era machista y que este tema era cómo un himno que reafirmaba ese rol masculino poderoso. Tampoco niego que sigo siendo machista a mis 44 años, aunque quiero creer que menos, mucho menos, que estoy en proceso de deconstrucción de mis privilegios, y que en ese proceso trataré de que mi hijo crezca en una sociedad más igualitaria en la que él no exija privilegios sólo por tener pene. Y sí, es probable que mi hijo escuche alguna vez esta canción, porque a su viejo le trae recuerdos de chupas de cuero, tupés, y boogies. Y le explicaré que esa letra es de una época en la que los hombres se creían con derecho a acabar con la vida de las mujeres sólo por ser hombres y sentirse “despechados”. Pero también le explicaré que musicalmente me parece una gran canción, esa mezcla de rumba de Barcelona, con el Rock más excelso del loco y Sabino…


En fin, que lo doloroso no es que hace 30 años Loquillo y Sabino Méndez compusieran un tema misógino y machista, lo doloroso es tratar de convencernos de que no lo es e inventarse una nueva historia en la que nos traten de estúpidos. 1987 no era 2017, debiéramos ser 30 años más sabios, pero Sabino con esta carta no sólo parece haberse quedado en aquellos años, sino que hace apología de los mismos. Una pena. 

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