jueves, 14 de julio de 2016

No vuelvo a beber (ni a viajar a Guasintón)

NO VUELVO A BEBER (NI A VIAJAR A GUASINTÓN)

            Siempre, al terminar un nuevo post, me juro y perjuro que no escribiré el siguiente, en el convencimiento de que cada vez que escribo me acerco un poco más al abismo de la soledad del crítico. Lo hago convencido, tan convencido como cualquier día de resaca  que, tumbado en el sofá, con la cabeza a punto de estallar, recuerdo entre lagunas etílicas los bochornosos momentos de la noche anterior y me digo que nunca volveré a beber.
            Así, entre juramentos, reflexiono y pienso que mi vida es una suerte de bandazos y promesas de no repetición que se repiten una y otra vez. Llego a la conclusión de que sí, que Rosa Luxemburgo tenía razón; “El que no se mueve no siente sus cadenas” pero me pregunto si no será más feliz en su quietud. Sin decepciones, sin fracasos, porque aceptar ser parte del rebaño parece que mantiene felices a los borregos, al menos hasta que llegue la reunión de pastores. Porque la militancia es cansada. Porque me duele la cabeza esta mañana y el muro sigue ahí, de pie, firme, retándome, sin haberse movido un milímetro de sus cimientos. Porque lo peor es que los lemas del muro ya los conozco, y no los ha escrito “el enemigo”, y me siento soldado bajo fuego amigo. Que parecemos a veces daños colaterales. Y me juro que hoy sólo leeré el Marca. Y aquí estoy, escribiendo un nuevo post.
            “La mujer del César no sólo debe ser decente sino parecerlo” pero está claro que la decencia también va por barrios e interpretaciones. Lo que hoy no tragarías mañana te lo servirán en cubiertos dorados. Y así, sin darte cuenta, o comprendiéndolo, que suele ser norma, giras o te giran, y tu cabeza vuelve a golpear el muro. –Lo dejo, vuelvo a leer el Marca-  y “la vida es eso que pasa mientras hacemos planes” para cambiarla. Entonces te mueves, buscas una nueva ubicación, y parece que estás cómodo, que avanzas, que todo va en la dirección indicada, que, aunque con pequeñas desavenencias, el objetivo se acerca, y vuelves a ser un yonqui, y viajas, vuelas, sueñas, y despiertas y vuelves al punto de partida.

            Pero sigues en pie. Y hoy me levanto dispuesto a emular a Neruda y escribir una Oda contra el Imperio, incluso pongo en Spotify la Marcha Imperial de Star Wars para inspirarme, y descubro con horror que viajamos a Guasintón. Que hay que tener amigos en el infierno. Y todo es normal pero me pierdo. Y vuelvo a mirar el muro. Parece más alto que ayer. Miro el suelo buscando mis pies y no los veo. No me duele nada, y caigo en la cuenta de que estoy arrodillado, y siento que mi pelo blanquea, pero no son canas, es como si se estuviese convirtiendo en lana. Y de repente aquí estoy de nuevo, terminando de escribir este post, jurándome que será el último, y mañana volveré a prometerme que no volveré a beber, y que yo nunca viajaré a Guasintón.   

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