TENGO MIEDO
Sí,
he de reconocerlo, los gobiernos lo han conseguido, han inoculado en mí el
virus del terror y vivo asustado, temeroso. A mis 42 años siento que
emocionalmente vuelvo a tener 9 o 10. Años de guerra fría, de conflictos entre
Irán e Irak, Líbano, El Salvador, Nicaragua, Afganistán, todos ellos con el
aliento de las Superpotencias que es como se llamaban entonces a los USA y la
URSS. Y bailando sobre nuestras cabezas miles de otras cabezas, estas nucleares
que sabíamos que podían acabar con la vida del planeta, 10, 20, 30 veces.
Veíamos en la televisión el proyecto “La Guerra de las Galaxias” y no era una
película, sino algo mucho más macabro. Hablaban de escudos antimisiles, de
laser. Y yo, al contrario que muchos o la mayoría de mis compañeros de clase,
no iba a dormir pensando en el partido de futbito del recreo sino que lo hacía
esperando que esa noche ni a Reagan ni a Brezhnev se le ocurriese apretar el
botoncito.
Pues
bien, enhorabuena, ya vivo en el terror, no con el miedo a que un descerebrado
se llene el cuerpo de Goma2 y volemos en pedacitos, eso puede ocurrir, no lo
niego, pero no me quita el sueño, el miedo me lo dan una retahíla de
gobernantes con bolsillos que ven en la guerra su negocio y el de cuantos de
las guerras hallan su lucro. Y aún más miedo me dan las masas aborregadas que
piden sangre desde la comodidad de su sillón, quizá desde la pantalla de un
ordenador y que se imaginan la guerra en Technicolor. (Para los muy jóvenes, el
Technicolor era lo más de lo más en calidad cinematográfica cuando el cine
bélico sobre la II Guerra Mundial lo copaba todo) Esa misma gente que no sufre,
ni se santigua, ni cambia la foto de su perfil cuando masacran a la población
siria, palestina, eritrea, afgana, somalí,... por que en el fondo, piensan, son
así, son inferiores, gente que siempre está en guerra, o simplemente, algo
habrán hecho. Y lo piensas porque en tu país no oyes los disparos, pero tú
alimentas esas guerras, con armas, con soldados, con aviones.
Sí,
estoy acojonado por que veo a los borregos preparados, aunque todavía les pilla
lejos, y veo un mundo acelerado hacia la guerra constante con el beneplácito de
las masas, y veo que cuando quieran despertar será tarde, y de nada valdrá un
“os lo dije”.
Estoy
asustado, sí, mucho. Por que sé que los que alientan las guerras rara vez
morirán en una. Por que las victimas siempre caen del mismo lado, sean estas
musulmanas, cristianas o ateas, siempre serán pobres. Hijos de pobres los que morirán en el
frente, y pobres los que serán masacrados por las bombas lanzadas desde una
consola.
Me
asusta la guerra, sí, y me asustas tú que la justificas. La guerra nunca es
justa, nunca es santa, la guerra es guerra, y tiene banda sonora de artilleria,
y brazos, y piernas, y muerte, y llantos y sangre, mucha sangre. Dices que
ellos atacaron primero, y mira, no tengo fuerzas para discutirlo y sobre todo
no quiero descubrir de quien será el último golpe. Todo boxeador termina
noqueado. Y por cierto, aunque desde tu sillón ya lo hayas olvidado, yo lo
tengo muy presente, aún sigue existiendo aquel botoncito que a mi me robó
ingenuidad y que espero no me robe nada más.
El
hombre va a la guerra con ingenuidad, creyendo en grandes gestas, en honor y
gloria, y vuelve muerto, tullido, escarmentado y desengañado, quizás con alguna
medalla para gloria de un coleccionista, pero los que ganan, los vencedores,
esos no habrán disparado una sola bala.
No hay comentarios:
Publicar un comentario