EN NOMBRE DE DIOS
Soy
Ateo por la gracia de Dios, así lo expongo en un post anterior y así lo mantengo.
Y hablo del Dios judío, cristiano y musulmán. Y soy Ateo y no Agnóstico, o sea,
no es que no crea en su existencia, sino que también estoy convencido de que
para un verdadero progreso social de la humanidad es imprescindible acabar con
Dios como concepto.
Podría
dar cientos de argumentos para su destrucción, su aniquilación y su destierro,
desde los efectos perversos y desmotivadores que su “existencia” tiene en los
individuos, a cómo la falsa promesa de una vida celestial alimenta la
resignación en ésta. Pero me voy a centrar en las atrocidades que en su nombre se ejecutan
ahora que suenan tambores de Guerra Santa, aunque en el fondo todos sepamos que
el Dios al que se invoca, en realidad, es bastante más terrenal y tiene mucho
que ver con el petróleo y el símbolo del dólar.
La
primera visión en perspectiva que se requiere hacer es entender que las dos
religiones monoteístas mayoritarias y la tercera, más minoritaria pero con gran
influencia, comparten los textos primigenios, esto es, el Tajnaj judío, el
Antiguo Testamento cristiano y el Corán, bien es cierto que éste último no es
un copia pega de los anteriores sino que interpreta los mismos, coincidiendo
personajes pero no así todas las acciones. En estos textos resulta que ese Dios
de paz y misericordia asesinó de las más diversas formas a una cifra aproximada
que rondaría los 25 millones de personas, muchas menos fueron las víctimas de
su archienemigo y antagonista de cuyos crímenes no se tiene constancia más allá
de inducir al pecado, generalmente muy ligados los mismos al placer de la
carne, o sea, el sexo.
Es
por lo anterior, que con esos precedentes en los que millones de personas
adoran a un ser del que no se tiene constancia, ni histórica ni física, y cuyo
primer rasgo, lejos de ser esa paz y misericordia que los creyentes nos
pretenden vender, en honor a la verdad deberíamos asumir que es la venganza, no
deberíamos sorprendernos de que esos fieles aboguen por el ojo por ojo a la
menor oportunidad. Y ese modus operandi no corresponde única y exclusivamente a
una de las religiones sino que es rasgo fundamental de las tres, y las tres la
utilizan para justificar lo injustificable.
En
estos días de guerra continua en la que USA y sus corderitos europeos tratan de
convencernos de que el único enemigo es el Islam, el que amenaza a la
“civilización occidental”. Ahora que aprovechando el río revuelto el
cristianismo crecido nos defiende “su” verdad como la única civilizada, la
única que defiende valores sociales y por ende, la única a preservar y para
ello no duelen prendas en alimentar el odio, el racismo y la guerra. Parece que
cualquier cuestionamiento de la religión es un ataque a las personas, y que
tenemos que tomar partido, y yo echo en falta poder hablar claro. Poder decir
que no quiero mezquitas, como no quiero iglesias ni catedrales.
Pero
no soy ingenuo, estos crímenes realizados al amparo de un Dios mayor serían
igualmente realizados sin ese paraguas religioso, por que sí, por que el
objetivo es más terrenal, habla de poder, de riqueza, de control energético, de
geopolítica, sin embargo, posiblemente estos crímenes, atentados, bombardeos y
guerras varias, no contarían con un apoyo fanático de los pueblos sin ese
celofán místico. Y porque mientras discutimos sobre religiones y libertades
religiosas no miramos a la luna. Y en nombre de Dios estamos en guerra, una
guerra que yo no he provocado.
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