miércoles, 6 de abril de 2016

Sobre fronteras y dinero

SOBRE FRONTERAS Y DINERO

            Existe una pequeña mariposa en la menguante campiña inglesa que se encuentra en serio peligro de extinción. El bello insecto, imagen romántica de la primavera, tiene un problema serio, no es capaz de recorrer más de dos metros por una zona en la que no existan arbustos y arbolados, de forma que esta linda mariposilla ante el avance de los cultivos y, sobre todo, de las infraestructuras viarias ha forzado a dicha mariposa a la endogamia y la extinción. El ser humano plagó el monte de muros y caminos tratando de poner puertas al campo, y esas fronteras han sido  la tumba de la especie.

            Por desgracia, el gusto humano por las fronteras y los muros no se detiene, y aunque celebramos todos los años la caída de aquel muro que separaba física y conceptualmente dos mundos antagónicos, ahora se multiplican otros que separan, no ya mundos, sino clases. Muros que ahogan a palestinos en Gaza, que separan sudamericanos con yankees, que empujan a la muerte y el sufrimiento a africanos y asiáticas en las puertas de Europa. Porque hay que defender las fronteras, porque la Europa cristiana mantiene aquello de “cada uno en su casa y Dios en la de todos” Porque aunque dicen que “el fin de la historia” ya ha llegado y la lucha de clases no existe, día a día remarcan esas clases y deciden quién es persona y quien, quien no es más que barro, sangre y huesos que pueden pudrirse de hambre, de frio o ahogados en el Mediterráneo.

            Pero Europa es, además, el mejor ejemplo de la hipocresía. La Unión Europea, nos venden, es un sueño para eliminar las fronteras entre los pueblos. Pero las fronteras exteriores se llenan de concertinas y muros, y se pone en cuestión todos los días el espacio Schengen. Y es que Europa nunca tuvo un objetivo humanista, su alma siempre tuvo el color del dinero. Con esa idea, la de facilitar la circulación del dinero, se firmó el primer acuerdo, la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, a la que siguió la Comunidad ECONÓMICA Europea. Y es que la Europa Cristiana no ha perdido sus señas de identidad sólo ha cambiado la imagen de su Dios, y a Dios no se le puede poner fronteras. “Cada uno en su casa y Dios en la de todos”. Liberales en lo económico, conservadores en la defensa de la moral, clasistas en lo social, ésta no es mi Europa.


            Dios no tiene fronteras, ni los dólares, ni los euros encuentran obstáculos, y fluyen, fluyen de las plusvalías de la clase trabajadora a las manos, bolsillos y cuentas, y lo hacen sin límites. De esta forma la acumulación se dispara, la pobreza se agiganta, y 62 personas acumulan lo mismo que 3500 millones. Las pocas herramientas de reparto de esa riqueza, los impuestos, son burlados día sí y día también. Y en el mundo surgen paraísos, pero allí no comen juntos el león y el venado, sólo amasan su fortuna los buitres, y hoy es Panamá, mañana Seychelles, Andorra, Luxemburgo, Nevada, Caimán... Tengo derecho a indignarme, tengo derecho a cabrearme, pero sobre todo, tenemos la obligación de luchar, de no callar. El problema no son los nombres, las personas que salen de tanto en cuanto en alguna bomba informativa, a esas habrá que juzgarlas, el problema es doble, se llama Capitalismo, y son culpables de este genocidio económico quienes lo defienden, pero son también culpables quienes callan. No nos morimos, nos matan, y seremos muertos silenciosos.

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