lunes, 17 de agosto de 2015

Asiron, La tradición es una maldición


ASIRON, LA TRADICIÓN ES UNA MALDICIÓN

           Se dice, se cuenta y se comenta que hubo un tiempo en el que una civilización creó inmensos estadios, alguno de ellos llegó a albergar la nada desdeñable cifra de 50.000 almas. En aquellos estadios se celebraban durante días y a veces hasta semanas, los Juegos, cuyo espectáculo central era la lucha de gladiadores en las que en diferentes modalidades varios guerreros se enfrentaban en la arena, y cuyo resultado solía llevar el fallecimiento de los derrotados. Aquella tradición se extendió por todo el Imperio que dominaba la práctica totalidad de Europa, el norte de África y buena parte de Oriente Medio y Mesopotamia. Fueron apenas 10 siglos de tradición, o sea 1000 años década arriba década abajo, y sin embargo dicha tradición fue eliminada y a nadie se le ocurriría (salvo a Tele 5 quizá) revivirla.

            También suelen explicarme que la esclavitud fue una labor tradicional desde los primeros asentamientos mesopotámicos hasta finales del siglo XIX, y aún hoy se conocen casos aunque no estén bien vistos, al menos por la clase trabajadora, ya que de la opinión de la burguesía y el empresariado no estoy tan seguro.

            Sin embargo ninguna de estas tradiciones anteriores pueden compararse con el noble arte del toreo, Marca España, practicada por francos, hispanos y lusos (ex-colonias incluidas) en diferentes modalidades. Dicen los entendidos que el toreo tiene una historia longeva, que probablemente sea descendiente directa de los circos romanos, y que... y que de verdad me la suda lo tradicional que pueda ser, es una aberración y punto, como lo es la esclavitud o la lucha de gladiadores, y ninguna tradición puede justificar su mantenimiento, igual que ninguna creencia puede servir de excusa para la realización de sacrificios rituales. Es lo que creo, y es tan simple que pienso que no merece mucho debate ni desarrollo ideológico. En pleno siglo XXI no parece muy sensato mantener una tradición que requiere de la tortura y sacrificio de un animal para diversión de las masas, y punto. Por eso me ha dolido tanto leer hoy las declaraciones del Señor Asiron, Alcalde de Iruña, y a quien tuve el gusto de conocer el pasado 4 de agosto, en el Diario de Noticias de Navarra, poniendo en cuestión que se pueda, ni tan solo plantear, la posibilidad de acabar con el Encierro pamplonica y su posterior lidia en el coso.

            La justificación, por supuesto, habla de tradición, de cultura, de encarnación de la ciudad. Y claro que es entendible el problema, Iruña es mundialmente conocida por sus encierros y por asesinar 48 toros durante una semana. Vienen gentes de todo el mundo a la capital del pueblo vasco gracias a ello, Hemingway la inmortalizó, y claro, si quitamos los toros ¿qué nos quedaría además del OPUS?. Pero mire usted por donde Sr. Asiron, esos mismos argumentos utilizan los diversos alcaldes de otra villa a la cual SÍ criticamos sin pelos en la lengua, Tordesillas, donde, en sus fiestas patronales asesinan a lanzadas 47 toros menos que en su ciudad. Tordesillas también apela a la tradición para defender su Toro de la Vega, también piensa en su economía local cuando lo hace, y por lo visto, la Villa Cárcel de Juana I de Castilla, y sede del acuerdo que dividía el océano, la tierra y las masacres de la recién alcanzada América, es consciente de que en la península tal pasado no daría fama y turismo, no tanto como asesinar un toro a lanzadas. Y es triste que eso mismo pensemos al norte del Ebro, aún con “hechos diferenciales”, “Fueros” y demás.

            Dicho todo lo anterior, y aún ardiendo mi pecho por dentro, entiendo el vértigo. Qué digo vértigo, pánico. No me imagino siendo yo quien desde la alcaldía diga el primer año que voy a eliminar el “hecho diferencial” de unas fiestas mundialmente conocidas. Lo reconozco, no me atrevería, quizás, porque sabría que no gobernaría jamás si lo dijera. La cuestión entonces es, ¿Debemos estar dispuestos a vender todos nuestros principios por un gobierno? ¿Sólo algunos? ¿Cuáles?
           

            San Fermín no serían lo que son sin sus encierros, ni yo hubiera disfrutado viendo Espartaco si en Roma no se les hubiera ocurrido crear la lucha de gladiadores, no sé si me explico.

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