martes, 14 de octubre de 2014

La alegria del miserable


LA ALEGRIA DEL MISERABLE

         Nos han hecho creer en el sueño americano. Sueño que curiosamente no nació en USA sino que probablemente tenga su inicio con el nacimiento de la tesis liberales y la propia revolución industrial en la rancia Europa. Una mentira repetida a modo de mantra. La leyenda del hombre forjado a si mismo, que saliendo de la más absoluta de las miserias termina siendo dueño de un imperio. Ejemplos y pruebas por doquier. Centenares, miles. Leyendas limpias de polvo y paja, no porque no existieran sino porque el polvo y la paja son borrados por los vientos de la memoria y las plumas estilográficas de los voceros que al sueño no le faltaron ni le faltan.

            En esta fantástica historia de campeones no faltan vencidos, miles, cientos de miles, millones, pero como los muertos de un campo de batalla, estos no tienen sino una lápida o una miserable cruz de madera. No hay letras doradas para quienes fallecieron forjando la fortuna de Henry Ford, o construyendo la Torre Eiffel. Por supuesto, quienes murieron de hambre en la Gran Depresión del 29 no son recordados, o al menos no más allá de una estadística, aunque nadie olvide a los Kennedy que se lucraron en aquellas fechas. “Hijo, estudia para ser alguien en esta vida” nos dicen nuestros progenitores en nuestra infancia y nos ocultan que las paredes de la pirámide a la que hemos de subir son resbaladizas, y que algunos iniciaremos el ascenso desde abajo y descalzos mientras otros, lo harán casi en la cumbre y con crampones.

            A sangre nos venden la lotería como normalidad, y con la esperanza verde sobre nuestros hombros nos olvidamos de la injusticia, y asumimos la pirámide, e igual que si de una tabla clasificatoria se tratara, miramos todos los lunes los resultados esperando vernos en media tabla, o clase media. Porque ya hace tiempo que nos desmontaron aquello de los de arriba y los de abajo, de la lucha de clases, ahora vivimos en una tabla clasificatoria con miles, millones de equipos, y nosotros queremos vernos lejos del descenso. Y entonces se obra el milagro. Al igual que ocurre con los equipos más modestos cuando se encara el final de la liga y uno ya asume que jamás ganará la liga, que la Champions pilla muy lejos, y la UEFA es un sueño irrealizable, entonces el equipo modesto deja de mirar hacia arriba y se preocupa de los resultados de los débiles, y espera cada domingo a que estos equipos pierdan, a que se hundan en la tabla, y celebran sus derrotas como victorias propias.
                                                                                                                                                                    En esas estamos en Gasteiz. Cientos, miles de empobrecidos vitorianos y vitorianas deseando ver como quienes se encuentran aún peor que ellos se hunden y se convierten en fango bajo sus pies. Y mientras eso ocurre, quienes mueven las fichas del tablero, personajes que nunca sabrán lo que es pasar hambre, ni miedo a perder el empleo, ni tendrán problemas a fin de mes, ni se plantearan si podrán pagar la matricula de sus hijos en la Universidad, esos personajes mezquinos y crueles rien desde lo alto de la pirámide, observando como se descuartizan en la arena los cristianos, sin tener, ni siquiera, que utilizar leones.

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