sábado, 5 de julio de 2014

Comiendo pollas


COMIENDO POLLAS

         “No juzguéis sino queréis ser juzgados” dice la Biblia para consternación de sus acólitos meapilas. Y yo sin embargo, ateo empedernido, intento seguir tan simple máxima. Es por ello que en cuanto a la sexualidad se refiere, a la sentimentalidad relacional incluso, intento mirar siempre como miro un folio en blanco antes de empezar a escribir, con la envidia de quien observa un mundo de infinitas posibilidades, aunque sea consciente de mis muchas limitaciones y termine escribiendo siempre las mismas historias.

         Viene a cuento esta primera reflexión a consecuencia de una de esas noticias que llenan las páginas de los periódicos en tiempo estival. Una noticia que habla de una “moda”, el mamading, que al parecer hace furor por las islas Baleares y que en recientes fechas ha llegado a estas latitudes de manera que un local Bilbaíno anuncia “fiestas mamading todos los sábados de Julio”, y por supuesto, se abrió el debate.

         Por lo visto esto del mamading no es otra cosa que prometer copas gratis a aquellas mujeres que hagan un mayor y mejor número de felaciones, mamadas o comidas, a cada cual su término. ¡Que han inventado la pólvora, vaya! Pero eso sí, se montó el revuelo. Voces críticas, favorables, de todo hay. Opiniones y argumentaciones varias. Por mi parte no voy a analizar esas opiniones, sino a verter la mía que para eso tengo un blog, ¿no?

         Vaya por delante que el sexo oral es una de las prácticas sexuales que mayor excitación me producen; que me hagan, hacer, con hombres, con mujeres, digamos que es para mí un aperitivo muy interesante antes de ingestas mayores. (Como plato único se me queda un poco corto, la verdad) Y aquí radica mi primer cabreo, que no único, con esto del mamading, resulta que solo se tiene en cuenta la posibilidad de que dichas mamadas las hagan mujeres, y que además se las hagan a hombres, dejando fuera el resto de posibilidades y al resto de candidatos que en un momento dado nos podría apetecer tomar un mojito.

         Ni que decir tiene de que en ningún momento se contempla tampoco la posibilidad de que la buena praxis a la hora de efectuar un cunnilingus reciba el mismo premio.

         Lo que no voy a entrar a debatir es si es correcto o no el pago por mantener relaciones sexuales, quizá en otro momento, aunque adelanto que no soy yo quién va a juzgar a quien con libertad tome esa decisión, no me voy a juzgar a mi mismo, ni a mi pasado. Pero no es de recibo que alguien haga negocio del sexo ajeno. (Tampoco me gustan las plusvalías del trabajo, dicho sea de paso) Y de eso va esto. De eso y de la sumisión sexual establecida de la hembra al macho.

         Lo aberrante de esta moda de pagar copas por comer pollas (mamading para los negociantes) es que ni siquiera es una transacción libre entre dos personas libres en un ámbito de libertad. Se trata de hacer negocio alrededor de esa práctica, desde una visión hetero y patriarcal a más no poder. Ellas son el espectáculo, la atracción, y el reclamo. Las golfas que están dispuestas a chupar una polla a cambio de una copa. Y ellos son los héroes, los que han conseguido que se la chupen por un módico precio. ¡Pasen y vean! A ellas las marcamos, ellos, ellos... en fin. Una prueba aberrante más de un sistema a demoler.

         Pero aviso; que nadie me diga que soy un estrecho, o que coarto la libertad de nadie, al contrario, creo que vivimos en una sociedad de mojigatos y mojigatas, hipócrita hasta la médula. Creo sinceramente y desde lo más profundo de mi ser que el sexo, las relaciones sexuales, son un modo de interactuación más entre los seres humanos y que debiéramos ser capaces de verlo con mayor naturalidad y por eso les propondría un pequeño cambio a esos malnaci... mal llamados hosteleros; en lugar de “mamading” por qué no permitir cualquier práctica sexual en sus locales. Incluso podrían colocar unas camas redondas para facilitarlo.

         Para terminar decir que soy consciente de que muchas personas defenderán el derecho y la libertad de elección de las chicas que decidan acudir a esos saraos, y yo también lo defiendo, el de ellas, el de ellos, el de nosotros, el de vosotras, el de todos juntos, el de vivir una sexualidad libre y placentera, pero esto no va de libertad de elección cuando la elección está hecha. Queremos mujeres sumisas que chupen pollas a chicos en nuestro bar, a la mejor unas copas gratis. Esa es la (s)elección hecha por esos grandes emprendedores, lo demás es; BA SU RA

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