DEBATE ENTRE MUDOS
“Cuanto más conozco a las personas más amo a
mi perro” no por nada, simplemente por todo lo demás. Y es que nos ha
tocado vivir una época vacía de contenidos y llena de efectos colaterales, que
de sangrientos, asesinos y sádicos, bien pareciéramos actores de una obra
snuff.
La humanidad
se desangra entre alambradas que separan a los parias de las gentes de bien.
Enterramos la dignidad humana en una fosa común que en un tiempo fue Mare
Nostrum, al tiempo que el odio campa a sus anchas desde Orlando a Bogotá.
Una nueva
rotación, insignificante movimiento de vals en el salón universal, nos trae
noticias del siglo, sádicas e impactantes que ya no nos impactan porque hace
tiempo que nos inocularon las vacunas pertinentes. Todo es interpretable, a
modo de reformulación de la Relatividad. Hasta las masacres son opinables.
Somos cascarones vacíos mecidos por el cauce que nos traslada a la mar, y entre
tanto ciego, los cegadores son reyes. Y así nos va, cantando goles que sustituyen
al blues en los campos de algodón. Todo
va bien. Hoy volverá a amanecer.
Discuten las
ranas sobre abandonar la olla, pero aunque el agua está a punto de hervir,
¿dónde van a estar mejor? ¡Fuera, en la calle, hace tanto frío! Y así
entendemos que las serpientes esperen tranquilas el festín, en sus altas
direcciones, bañadas en champán, esperando jubilaciones a 45.000€ el día, y
viendo el Circo cómo leones. Comprendemos que voten al ladrón, al corrupto, y
no se escandalicen si coartan sus ya limitadas libertades, mientras croan al
fuego lento. El amo nos quiere, nos protege Gollum.
Se acerca el
fin del día, extenuados por las emociones contrapuestas que Piqué ha desatado.
Odiar a veces no es tan sencillo, se dicen los envueltos en roji-gualdas. Pero
aún nos quedan horas, y titulares desatados. El debate del siglo lo llaman. Se
citan en un plató, el pasado inmóvil, quien no quiere que nadie cambie, y la
esperanza defraudada que a cada embestida se desvanece un poco más. “Al cabo de un año, el perro se parece a su
amo”.
Cuatro
machos, cuatro, y un continuo. Hablar, rellenar y no decir nada nuevo. En
tiempos de tribulaciones, lavar y guardar la ropa. Sin soluciones discuten
sobre maquillajes, sobre Venezuela, y por supuesto, sobre la unidad de España.
Y hasta el derecho a decidir se desvanece porque YO soy el garante de la
indisolubilidad del Reino, YO gano en Vascongadas y la Cataluña. Y veintiséis segundos
de reloj sobran para hablar del feminicidio, del patriarcado, porque estamos a
otras cosas, estamos llamados para el pacto. Y yo me aburro y me duermo entre
tanto artificio sin fuegos.
Del cambio
al recambio, de los tronos a las sillas. Ya no se lleva romper, confrontar,
porque no todo está tan mal en la tierra del “y tú más”. Ya no se lleva la hoz
y el martillito, y la ayer denostada social-democracia hoy es nuestra bandera.
La revolución encarcelada, como la disidencia, en pos de una reforma que nada
cambie. Joseph Ignace Gillotine nunca trabajó al sur de los Pirineos y eso se
hace notar. Nada dijeron los cuatro tenores que no hubieran “no dicho” antes.
Fue un debate de mudos que sólo dejó una cosa clara, no será España la que
cambie, y un siglo más tarde sigue teniendo razón Castelao; "Para que España sea roja, republicana
y laica, anteriormente esa España tendrá que estar rota".
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