BREXIT; EUROPA ANTE
SU ESPEJO
Vivimos en
una sociedad Pop, donde todo ha de ser inmediato, comida, información,
reflexión… por eso matamos la filosofía, por eso olvidamos la historia y
pensamos que somos fruto únicamente del presente, como si las sociedades, las
realidades cotidianas no estuvieran influenciadas por los recuerdos del pasado,
como si cada amanecer resetease nuestros recuerdos. Esa locura, esa premura que
a todo nos acompaña limita nuestra capacidad de análisis, e, intentando
liberarnos de lo superfluo, a veces, olvidamos lo importante.
Leía no hace
mucho que los Apollo, las naves estadounidenses que hollaron la Luna, estaban
condicionadas por las calzadas romanas, ya que sus componentes fueron trasladados
en tren, y estos tenían un ancho determinado por el tamaño de los ejes de los
carruajes, ya que fueron los constructores de esos ejes los que, utilizando las
herramientas y maquinaria a su disposición comenzaron a construir los ejes de
los trenes. A su vez, estos carruajes mantenían un ancho estándar desde la
vieja Europa que se desplazaba a través de las antiguas calzadas romanas y los
límites de estas. Puede que todo lo anterior no sea sino una leyenda urbana, sin
embargo es indudable que los sucesos del pasado, la historia y el desarrollo de
los pueblos marca su presente.
Ahora que
toda Europa mira a la Pérfida Albión (término acuñado por las dos potencias
continentales del medievo, Castilla y Francia para referirse a Inglaterra, su
rival marítimo) “haciendo ojitos” a sus moradores para que no abandonen la
Unión Económica. Los analistas económicos y políticos se rasgan las vestiduras
ante las últimas encuestas que vaticinan un “au revoir” acelerado desde las
islas británicas. Pero lo cierto es que Inglaterra nunca estuvo dentro de esa
Unión Económica. Se limitó, como a lo largo de toda su historia, a observar desde
allende el Canal las evoluciones de este nuevo intento de unificación europea,
en esta ocasión sin fusiles, por medio de la economía, e Inglaterra siguió
vigilante.
Inglaterra
fue/es un Imperio forjado en la Mar que siempre ha mantenido un ojo puesto en
el Continente, temeroso de quien le pudiera hacer sombra. Nunca mantuvo
Inglaterra alianzas únicas, y siempre, ante el posible desequilibrio europeo,
ante la posibilidad de que una potencia continental pudiera romper ese
equilibrio, optó por tomar parte con el débil. Así se alió con Francia contra
Castilla, o con Castilla contra Napoleón, y en tiempos más recientes en un
frente contra Alemania. Esa es Inglaterra, la misma que ve con recelos el
proceso unificador en lo económico de esta Europa antisocial que pone en cuestión
su histórica autonomía. Que incluso, ve con temor la firma de tratados como el
CETA con Canadá, o el TTIP con los EEUU que chocan con su legado colonial, la
Commonwealth. Porque si para la ciudadanía estos acuerdos tendrán un efecto
devastador, no es menos cierto que los mismos, colocaran a la City londinense
ante la disyuntiva de seguir manteniendo el rango de privilegio económico con
sus antiguas colonias, o ceder ese privilegio a Bruselas y el Continente.
A nadie
tendría que sorprender por tanto que ante un eventual referéndum sobre la
cuestión, la ciudadanía británica y sobre todo la inglesa apuesten por seguir
como siempre, como lo hicieron sus padres, sus abuelos y los ancestros de
estos, al margen de un Continente visto desde las islas más como un riesgo que
como una oportunidad. Que a nadie sorprenda que su apuesta sea ultramar.
PD:. También
la historia nos puede dar una idea del porqué de ese europeísmo exaltado en
Escocia. Sólo hay que revisar históricamente dónde buscó Escocia sus aliados en
sus intentos de independencia de la Corona inglesa.
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