¡TODO EL PODER A LAS BOLSAS!
Qué
lejos quedan los 80, los cardados, las hombreras, Tierno Galván gritando ¡El
que no esté colocado que se coloque! Ronald Reagan y Margaret Thatcher,
imbuidos por el espíritu de Durruti, ¡Abajo el Estado! Bueno, no exactamente.
Por supuesto estos dos no hablaban de entregar el poder a las asambleas
populares, lo que decían era que el Estado era un problema para la economía y
había que adelgazarlo. Que el Mercado se regula solo y no necesita de la
intervención estatal porque existe una mano invisible que lo regula. El Mercado
y una mano invisible, así sin más. Y en base a eso había que liberalizar al
máximo y adelgazar el Estado, y que éste se dedique a gestionar la pobreza,
todo aquello que no es susceptible de ser privatizado. Y sobre todo, el control
social, ejércitos y policías.
Lo
cierto es que esta apuesta liberal, junto a una carrera militarista extrema les
llevó a ganar la Guerra Fría, guerra al fin y al cabo, aunque quien gana una
guerra no tiene porque tener la razón de su lado, eso ya lo aprendieron
nuestros abuelos y abuelas. Pero el capital se quedó sin rival y pensó que todo
el mundo era orégano y hasta 2007, con altibajos, se desató una vorágine
especulativa sin parangón, hasta que la burbuja estalló y nos enfrentamos a una
crisis similar en sus consecuencias al crack del 29. En aquellas primeras
semanas vimos salir a la palestra a destacados líderes liberales mundiales que
nos decían que el modelo había fracasado y que había que refundar el
Capitalismo.
Sin embargo
la realidad nos volvió a golpear, el poder de los estados ya estaba tan
debilitado que pensar simplemente en regular los paraísos fiscales, y las
transacciones bancarias era una utopía, y así, el Mercado llamó al orden a sus
lacayos y éstos olvidaron en pocos meses su espíritu reformista y optaron por
una huida hacia adelante. El Estado sigue siendo demasiado estorbo para el
libre flujo centralizador del Mercado, de modo, que dando una vuelta de tuerca
más se apuesta por un modelo de Acuerdos Transnacionales que permita sortear
definitivamente el control del Estado. Eso es el CETA; el TTIP; y sus
tribunales supranacionales privados. Tribunales que dirimirán los conflictos
que puedan surgir entre las empresas y los estados de forma imparcial, aunque sean
subvencionados, y sufragados por esas empresas. Y el círculo está prácticamente
cerrado. ¡Todo el Poder a las bolsas!
La
defensa de ese modelo es lícita, por supuesto, lo que resulta extraño es que no
lo digan claro, no especifiquen que cuando hablan de defender la sanidad
pública en realidad es un depende, depende de lo que diga ese Mercado y su mano
invisible. Porque queda muy bien hacer campaña hablando de lo que se va a hacer
en esta o aquella institución cuando en realidad todo estará supeditado a lo
que desee esa mano invisible. Es más, cuando quienes estamos claramente en
desacuerdo con esta ideología hacemos alguna propuesta de desobediencia no
tardan en recordarnos que no somos nosotras quienes gobernamos nuestras vidas.
El
CETA, el TTIP y el resto de Tratados Transnacionales que se están aprobando es
aumentar aún más la presión sobre el pueblo, y alejar aún más el poder y la
democracia de las personas. Frente a eso no hay camino de reforma posible,
porque el pueblo no está en ese poder, y nunca lo estará. Por tanto, el único
camino es la ruptura, el enfrentamiento. Poner la vida sobre el mercado, dar
mayor poder a la ciudadanía, mayor capacidad de decisión, soberanía popular.
Debemos romper, y por ello nuestra posición siempre será contraria a estos
acuerdos, en los ayuntamientos, en las JJGG y allí dónde tengamos voz.
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