MORIR EN EL TAJO ES
MI ILUSIÓN
No, no me
refiero a morir ahogado en el río que desemboca en la capital lusa, sino a algo
mucho más habitual, morir en el puesto de trabajo. Siempre me ha ilusionado eso
de caer muerto aplastado por una prensa, atropellado por un camión en la
autopista, en un accidente en itinere,… tantas opciones como los casi 300
fallecidos anuales en el Estado. Tener una
placa que me recuerde a los pies de la máquina en la que dejé mi vida.
¡Qué ilusión!
Por suerte,
patronal y gobierno hacen todo lo posible por cumplir mis deseos precarizando
hasta el extremo el trabajo, ampliando mis horarios y penalizando mis bajas
laborales. La cultura popular también hace lo suyo. ¡Qué bien interiorizado
tenemos lo de que el trabajo dignifica! Y que poco que lo que dignifica es
poder vivir, y que trabajo y vida pocas veces cuadran. De esa forma tener
trabajo es un privilegio y cobrar una actitud éticamente reprobable. ¿Exigir
derechos? Algo de radicales, extremistas, insolidarios. Por eso yo, en mi
taquilla, tengo un altar dedicado a ese trabajador extraordinario que se
cambiaba junto a mí y llevaba con orgullo no haber caído de baja en 35 años.
Ese que con 64 años murió subiendo al Gorbea antes de tener que sufrir el
infierno de la jubilación.
Quiero morir
en el tajo, esa es mi verdadera ilusión. Colaborar en la riqueza de mi patrón. Que
no me hables de conciliar, ni de ocio, ni de vivir, que mi vida es pasarla en
la línea de montaje, subido a mi camión, entre pantallas en la oficina. Ese es
el motivo por el que no tengo más que palabras de agradecimiento a los
directivos del Banco de España, a los que no están imputados, claro. Estos
hombres que demuestran mirar por mi bienestar presente y futuro. Los que
reconocen la verdad y saben que para cumplir mi sueño no puedo jubilarme joven.
Qué con 67 años todavía tengo vida que donar a la cuenta de resultados de la
empresa. Por solidaridad y responsabilidad ciudadana, porque yo no necesito ni
merezco una pensión, esa se la dejamos a quienes la vida les haya tratado peor.
Y es que, si puedo trabajar como me voy a quedar en casa, ahí, a la sopa boba
del Estado. Y si quiero vaguear después de trabajar 3 o 4 décadas pues me lo
pago yo que para eso he cobrado.
Que nadie
malinterprete por tanto mis palabras, Lagarde, Linde, Rajoy etc. tienen razón,
y por eso sólo hay una cosa que no entiendo, por qué, siguiendo su línea
argumental no aprueban de una vez la legalidad de los trabajos forzados en
cantera y hasta la defunción para corruptos y delincuentes que viven de lo
público destruyéndolo. Sin acritud, simplemente por coherencia. Supongo que
nada tendrá que ver que ellos mismos tengan muchas papeletas de estrenar esa
modalidad de penitencia.
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