LA MASÍA DEL TIO TOM
Si por algo
estoy enamorado de la lectura, y de la posesión de una modesta biblioteca en el
hogar, es principalmente porque los libros te permiten volver a las historias
una y otra vez. Cualquiera que entre en mi casa podrá descubrir, sin
dificultad, cuáles son mis lecturas retorno, y cuales están inmaculadas como el
primer día que las compré.
Uno de esos libros llenos de vida,
cuyas hojas están amarilleando en los bordes, y algunas amagan con otoñar en
breve es el que da título a este post. Las vidas divergentes de un esclavo del
campo y otro, “el negro de la casa”. El
que lucha por su independencia y dignidad, y el que, desde su posición de
esclavo privilegiado no entiende la rebeldía del primero. Porque sí, porque
entre esclavos también hay diferencias.
La cabaña del tío Tom aborda esa
visión diferenciada de la esclavitud, en un Estado y un tiempo en el que la
esclavitud era legal, y por tanto, democrática, que dirían algunos. Y es que,
como diría también otra mujer imprescindible, Simone de Beauvoir, “el opresor no sería tan fuerte si no
tuviese cómplices entre los oprimidos” No es, por tanto, una cuestión de la
esclavitud, al menos no sólo como la esclavitud vista como una organización
social concreta. Y es que todo oprimido es esclavo en potencia aunque, citando
a la tercera mujer en este post, “quien
no se mueve no siente sus cadenas”
Sin embargo, hay un motivo por el que
escribo este post, y éste no es sino la sensación de que en este mundo
globalizado y neoliberal los Toms han crecido y se han multiplicado hasta
mostrarse ganadores en la carrera de la evolución. Pero volvamos un momento al
Tom original, al del libro de Harriet Beecher Stowe. Esa persona, oprimida y
esclavizada, que no ve otra salida al sistema en el que vive que adaptarse a
él, y se convierte en firme defensora del mismo. Esa persona que se enfrenta a
Simón para defender el statu quo. Esa persona que en 2017 pediría que
encarcelen a los catalanes por poner urnas en los colegios. Esa persona que
escribe los titulares del ABC, del País, de la Razón… etc. Esa persona que, en
definitiva, cree que la Ley y su imperio es la mayor democracia a la que puede
aspirar la humanidad, sin caer en la cuenta que la Ley es en realidad lo
contrario, es la regulación del rebaño, y el fracaso de la democracia. Qué una
mayor regulación es un menor espacio para la libertad. Que no existen periodos
con mayor legislación que aquellos totalitarios. Pero sobre todo, sin darse
cuenta que la legalidad no es garantía de justicia. Que la Ley la diseña quien
gobierna, y en el Estado también la ejecuta, y la judicializa y así, el esclavo
sólo tiene la herramienta de la lucha, la desobediencia y la ilegalidad. Y
otros esclavos saldrán a cortarles el paso, la primera línea de defensa. Y sí
tú te lo tragas, si crees que no hay nada más democrático que cumplir la Ley,
entonces, Tom, saca lustre a tus grilletes, que los tienes, aunque te los hayas
comprado en un centro comercial.
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