PESCA CON DINAMITA
A finales de
los 50 Franco desecó “a Lagoa de Antela” a
cuyos márgenes, ya imaginarios, creé gran parte de mis recuerdos de infancia.
Las heridas surcadas en la tierra con forma de canales, anhelo humano desde la
presencia romana en Galaecia, tuvo tres efectos principales; el primero fue
acabar con las leyendas que la habitaban, y así, la historia de la antigua
Antioquia asolada por adorar al Gallo y cubierta por las aguas, y de la que
podía verse el campanario cuando las aguas bajaban en verano, dejó de tener
sentido al descubrirse que, aquello que imaginaba mi bisabuela como la cúspide
de la espadaña, no era sino un menhir que ahora dormita junto a una pista
parcelaria reconvertida en carretera. El segundo fue sin duda el objeto de tal
obra de ingeniería que pondría fin a una de las lagunas más extensas de la
Península Ibérica, lograr recuperar para el cultivo centenares de Hectáreas
altamente productivas por la acumulación de sedimentos desde el Terciario, en
una región montañosa y sembrada de piedras de las que no se comen. Y el
tercero, seguramente puesto en duda por los mismos que dudan de que el Fracking
contamine el agua, o la Tierra se esté recalentando, es una sequía perenne que
está agotando los acuíferos de todo el valle, así, en apenas 30 años mis
recuerdos de infante recorriendo caminos anegados en pleno agosto, con fuentes
que manaban del suelo cada 500 metros, hoy son sólo eso, recuerdos.
La
desecación cambió el paisaje, y creó campos extensos de cereal y patata donde
antes no había sino agua. Y llegaron las cooperativas agrícolas. Y la economía
de la zona pasó de ser economía de miseria, que condenó a buena parte de sus
gentes a emigrar, a ser economía de subsistencia. No eran buenas tierras las
colindantes a la Lagoa y el
minifundio galego no ayudaba. Siempre
recordaré con cariño el “terruño”, que cubría una sábana, de mi abuela, con su
castaño cuyo fruto caía en terrenos ajenos pues no había tierra propia rodeando
sus raíces. Economía de subsistencia que
se vio nuevamente truncada en los 80, cuando las cuotas lácteas de UE obligaron
a los paisanos a matar sus vacas, las que tiraban del arado y movían los
carros, y también la reconversión industrial, la modernidad que acababa con las
“canteras de andar por casa”, esas
que se limitaban a explotar “os penedos”,
grandes rocas graníticas en superficie y de las que se nutrían las
viviendas desde tiempo de los romanos, sin horadar la montaña y hacer
cicatrices en su corteza. Canteras pequeñas, sin ínfulas, que eran el segundo
ingreso de los paisanos que serían “reconvertidos” en bomberos auxiliares
cuando los incendios se convirtieron en patrimonio del verano en la Galiza moderna.
Canteras pequeñas, diseminadas, que diseminaban a su vez la dinamita, de manera
que no era difícil conocer quien guardara una caja de explosivos en su cuadra,
bajo el dormitorio. Así recuerdo yo mi primer contacto con la Benemérita,
cuando muertas las vacas la cuadra era un sinsentido y mi padre convirtió la de
mi abuela en un txoko típico de la tierra que lo adoptó, y al retirar los “toxos” que hacían de lecho para el
ganado descubrió varias cajas repletas de TNT inservibles tras décadas de letargo
bajo el cuerpo de un astado y llamó al cuartelillo para que las retiraran.
De aquella
época también es mi recuerdo de la “pesca
con dinamita”, esas matinales domingueras en las que varios parroquianos
quedaban de madrugada, antes del alba, y vestidos de camuflaje bajaban hasta el
río Limia con uno pocos cartuchos de los “olvidados”.
Detonaban sus cargas en superficie y en segundos decenas de peces yacían
panza arriba sobre el caudal. Raudos, recogían sus trofeos y abandonaban la
zona, almuerzo y regreso a comer lo “pescado”.
Y hoy me
sorprendo con estos recuerdos, y todo por leer esta noticia;En Florida, un seísmo de 3´7º es provocado por una explosión de armamento experimental de la Armada Yankee, y me imagino los millones de
habitantes marinos que terminarían panza arriba tras la misma. Y entonces
recapitulo y pienso cuánta capacidad tenemos los seres humanos para terminar
con nosotros mismos. Y tiemblo, y me refugio en mis recuerdos. Y no quiero ni
pensar qué experimentaban, ni quiero imaginar cual es el poder devastador de
esa bomba experimentada, ni quiero… sólo me gustaría volver “a Lagoa”, saltar de piedra en piedra
mientras correteo por caminos embarrados, esquivando las bostas del ganado, y
llegar cansado y somnoliento para descansar hasta que el sonido chirriante de
las ruedas de los carros me despertaran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario