EL BANQUILLO DE
CESAR
Mientras
desayuno leo mi horóscopo sin atragantarme. Dice no sé qué sobre que tenga
cuidado con mi vida pública y me pregunto sin querer dónde quedó la privacidad
desde el nacimiento de las redes sociales. ¿Dónde dejamos el celo por nuestra
privacidad cuando colgamos fotos desde nuestro propio baño a diario? Vida
pública-vida privada, la línea que las separa es tan delgada en la actualidad
que casi es absurdo intentar hacer una delimitación. Realmente, sin ser un
hacker fogueado, cualquier persona con unas simples búsquedas en google puede
encontrar situaciones socialmente comprometidas de cualquier otra. Así es
nuestra vida en éste Gran Hermano.
A todo esto
hay que añadir que los barrotes, antes dorados y ahora llenos de herrumbre,
empiezan a quedar al descubierto. Pasados los efectos alucinógenos que produjo
el espejismo especulativo de finales de los 90 que finalizó de forma brusca en
2007, el Estado, los Estados se muestran celosos de su control social al
servicio del Capital. Las medidas de represión se endurecen sazonadas con
miedo. Receta tan antigua como la sociedad. Un grupo asustado se somete de
mejor grado al control y la represión. Terror, bombas, asesinatos,
enfermedades, todo vale. Cuanto mayor sea el miedo inoculado mayor será la
aceptación social a las medidas de control. Y ya tenemos el cocktail perfecto.
Ha crecido
el control del Estado sobre nuestras vidas al mismo tiempo que nosotras dejamos
nuestras vidas desnudas en la red, expuestas, sin temor. 2+2=4. Adicionemos a
la ecuación un Gobierno protofascista y nacionalcatólico y tendrán la “España
es Idiota” de los Def con Dos. No nos sorprendamos pues de que día sí y día
también, el Estado se empeñe en demostrarnos que nos persigue ideológicamente a
través de las redes sociales. Lo sabíamos incluso cuando éstas no existían y se
descubrían micrófonos en tabernas, o cuando algunos tenían que quitar la
batería de sus móviles antes de entrar en una reunión. Lo sabíamos y pensábamos
que no nos hacían caso, cuando la realidad es que son muchos, más de 8 millones,
los que aplauden esas prácticas, tal y como hemos podido comprobar cuando se
han descubierto las conversaciones del Ministro del Interior y su Ángel de la
Guarda.
Hoy vuelven
a humear las “redes” porque la Audiencia Nacional, sí, la heredera del TOP
franquista, juzga a César Strawberry por enaltecimiento del terrorismo y
humillación a las víctimas, pero humean siempre del mismo lado, del reprimido,
mientras más de 8 millones aplauden con las orejas. Aplauden operaciones araña
que condenan a jóvenes a más de dos años de cárcel por un tweet mientras los
ladrones siguen apareciendo en listas electorales. Persiguen a quienes critican
a los toreros. Persiguen a quien disiente en la red, mientras aguantamos
amenazas de los suyos a todas horas. Pero esa es la sociedad que tenemos, y
entre los que no se la creen, los que callan y los que prefieren la comodidad
del esclavo, 8 millones son más que 39, y vuelve a resonar en mi cabeza, por
enésima vez en pocos meses, las palabras de Castelao; “Para que alguna vez
Hespaña sea roja, laica y republicana tendrá que estar rota”.
Hoy César
Strawberry está en el banquillo, pero tranquilos, el campo ya está saturado de
titulares llenando cárceles de presos políticos que no existen. Ya lo decía
Francisco F cuando describía a los Maquis como bandoleros y ladrones. España
siempre ha sido una tumba de gran placidez.
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