ROSELL Y EL SIGLO
XIX
La estupidez
y el poder son un coctel altamente inestable y peligroso cuando ambas se
concentran en una sola persona. Si además la saturación es tan alta como la que
podemos encontrar en el jefe del empresariado español las “perlas” que salen
por su boca no tendrán desperdicio. Frases que insultan a la inteligencia y
sobre todo a la clase trabajadora. Sin embargo, estas estupideces no tendrían
importancia si fueran pronunciadas por un parroquiano sentado en barra con un
txikito en la mano. El problema viene cuando quien lo pronuncia es el
Presidente de la mayor asociación empresarial, uno de los principales lobbys de
presión, y un agente que marca las políticas del Estado.
Pero el Sr.
Rosell, no nos engañemos, no da puntada sin hilo. Todos sus dardos van
dirigidos, bien dirigidos, y su dirección es esa que nos está llevando hacia el
nuevo modelo de esclavos del siglo XXI, la esclavitud 2.0, que cómo ya escribí
en un post anterior ni siquiera cubre techo y
comida como hacía en otras épocas. El futuro según Rosell y el empresariado en
general pasa por la aceptación de que el trabajo es el motivo de la vida, y
nuestra vida ha de estar supeditada al trabajo, y no hablamos del concepto
abstracto de la vida sino directamente nuestro derecho a vivir, y sino démosles
tiempo y verán como nuestros derechos básicos se convierten en caridad del
poderoso, de la piedad del mismo.
Estamos en
una guerra y estamos siendo masacradas mientras nos retiramos de la batalla, y
salvo algunos escarceos nada indica que exista una verdadera línea del frente.
La lucha es multidimesional pero parece que no queremos enterarnos y nos
enfrascamos en nuestras batallas personales, y sin organización no hay
victoria. Terminaremos en el siglo XIX como dice el Sr Rosell, en jornadas de
16 horas, sin derechos ni techos, y no es demagogia sino trayectoria salvo que
hagamos algo.
No tenemos
tiempo para tonterías y discusiones teórico-filosóficas o quizás el tiempo de
la revolución nos pille en una reunión. La guerra social se libra en todos los
frentes y no se gana en unas elecciones, pero tampoco con movimientos sociales
endogámicos, reflexivos y políticamente correctos. O todas a una, o seremos
individuos libres para elegir el color de nuestras cadenas. Hay que asaltar las
instituciones, pero también el poder, el poder económico, productivo, la autoridad…
etc. Y es que lo uno sin lo otro jamás será efectivo. Es necesario organizar la
lucha de resistencia ante las agresiones, como es imprescindible elaborar y
atacar alternativas económicas y sociales desde la base. Algunas experiencias
ya tenemos, bancas éticas, cooperativas energéticas, comercios de cercanía y tantas otras, pero también algunas más
radicales como la ocupación de viviendas y barrios para generar espacios
libres, expropiaciones de empresas. Y sí, hacen falta las instituciones, pero
no para gestionar las migajas sino para dar cobertura legal a estos proyectos
alternativos. Para ir creando las condiciones idóneas donde estos nuevos
proyectos sean preponderantes. No se trata de contraponer al esclavismo 2.0 un
reformismo más o menos radical, sino generar un nuevo modelo que contraponer al
actual donde el lema punk de los 70 tiene más sentido que nunca: “No future”
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