MI DERECHO A SER FELIZ
Nos manifestamos, nos cabreamos, luchamos por decenas de derechos subsidiarios del más básico, el derecho a la vida. Y desgañitándonos en esas batallas secundarias estamos olvidando de que va la guerra.
No luchamos por la sanidad pública y gratuita por una sola cuestión de calidad, por una cuestión de visión económica desde la disyuntiva de la liberalización o el control estatal. No, exigimos una sanidad pública y gratuita como única garantía de que todas las personas puedan ver cubiertas sus necesidades de atención sin tener en cuenta su situación económica, su raza o su credo. Luchamos por el derecho a vivir, con salud.
Tampoco luchamos por una educación pública y gratuita desde el único convencimiento de que éste es el único medio para mantener la independencia educativa lejos de las manos de las religiones o la burguesía, aunque a día de hoy esta educación se haya convertido en un sistema formativo destinado a crear útiles productores del Sistema Económico. No, exigimos el libre acceso a la educación, a la misma educación para toda la población, porque sin educación no hay posibilidad de libertad, y la vida sin libertad no es vida.
Nos manifestamos para defender nuestros derechos laborales pero estos derechos no se limitan o no deberían limitarse a hacer más “humano” el trabajo. El trabajo no nos hace humanos, ni libres. El trabajo debiera ser una herramienta puesta al servicio de la sociedad para crear servicios que nos faciliten la vida, no para producir plusvalías para empresarios y capitalistas. Nuestro trabajo es nuestra herramienta para colaborar socialmente con quien nos rodea, con nuestras vecinas y vecinos.
Defendemos el derecho al trabajo porque hemos dado al trabajo la condición máxima y somos capaces de perder nuestras horas, nuestras relaciones por un salario que no siempre nos garantiza nuestra libertad, ni siquiera la subsistencia. Una amplia mayoría de personas vive encadenada a trabajos basura, no solo por sus condiciones laborales, sino porque el lugar en el que invierten un tercio o más de su vida no les aporta nada a excepción del exiguo salario.
Y con todas estas luchas, y muchas más, muchísimas más nos olvidamos de vivir y nos conformamos con consumir. Sustituimos el placer de la socialización con el nuevo I-pad, con el paseo por el centro comercial, soñamos con viajar para desconectar de nuestra realidad cotidiana y así nos olvidamos del verdadero placer de viajar para conocer otras realidades, otras vidas, otras amistades.
Y aún me sigues preguntando por qué lucho, y yo sólo te puedo responder, por ser feliz. Esa es la clave, la razón, la única cuestión con importancia. Por eso el feminismo lleva una vida de ventaja, capaz de plantear que la vida lo es todo, es el centro, es lo único importante. Por eso si no se baila no es mi revolución. Por eso hemos de ir con una sonrisa en los ojos y un cuchillo entre los dientes, porque nuestro objetivo no puede ser la igualdad, la economía, el empleo, el ocio, los derechos, sino todos ellos a la vez. Porque nuestra lucha es por la vida, por el derecho a ser feliz
No hay comentarios:
Publicar un comentario