GORA SAN FERMIN!
(desde el respeto institucional, of
course)
Los
que me seguís conocéis de sobra cual es mi sentimiento respecto a las banderas.
Incluso habéis podido leer una entrada previa [1] en la
que exponía mi posicionamiento. Sin
embargo, o tal vez por ello, hoy no me puedo resistir a dar mi opinión sobre lo
acaecido a las 12 del mediodía en la Plaza del Ayuntamiento de Iruña, donde un
pequeño grupo de personas se ha encaramado a los tejados para izar una Ikurriña
de dimensiones colosales, provocando la ira de los ediles pamplonicas (supongo
que no todxs) que se han negado a lanzar el txupinazo hasta que ha sido
retirada.
Los
San Fermines de 2013 serán recordados como los del txupinazo más tardío que se
recuerda. 16 minutos de demora exactamente, para terminar lanzando un petardo a
la plaza donde ha estallado entre la multitud.
Como
toda acción que un grupo de personas decida llevar a cabo, rápidamente han
salido hordas de defensores y detractores de la misma. Que si ha sido un gesto
intrépido, que si no se puede mezclar política y fiesta, que si se ha faltado
al respeto de la ciudadanía, que si... pero a mí me gustaría centrarme en el
acto en sí. Un trapo, de tres colores, con una cruz de San Jorge blanca y una
de San Andrés verde sobre fondo rojo tendido en el aire en el centro de una
plaza. Una bandera bajo la que se siente representada buena parte de la
sociedad navarra, y que competía en protagonismo con las presentes en el balcón
del Ayuntamiento, la roji-gualda española, la foral navarra, la estelada
europea y la de la propia Iruña. Banderas, algunas, con un más que cuestionado
apoyo. ¿Pero por qué no se ha lanzado el txupinazo hasta que ésta ha sido
retirada? Pues, sencillamente por que la Ikurriña está prohibida en los actos
públicos en la Comunidad Foral de Navarra.
La
Ikurriña es un símbolo ajeno a los navarros, dicen quienes ostentan en la
actualidad el poder en la comunidad vecina y hermana, y su exhibición es un
intento de usurpar e imponer un sentimiento vasco a los navarros. Y por ello,
no siendo suficiente retirar el mencionado trapo, la policía municipal y foral
se ha empleado, con gran eficacia y eficiencia, en expropiar las ikurriñas que
mozos y mozas san fermineros llevaran encima.
No así las Union Jack inglesas, ni las australianas, ni las alemanas,
que haberlas habíalas. Supongo que porque esas no les son ajenas a los
navarros. Y por supuesto, a nadie se le ocurre no botar el txupinazo aunque los
balcones estén engalanados con publicidad de empresas capitalistas, ni porque
boten sobre las masas inmensos balones publicitarios, porque el consumo y el
capital no están reñidos con la fiesta. La política y los sentimientos
identitarios... esos sí sobran, salvo que sean los recogidos en la sacrosanta
Constitución.
Lo
cierto es que los San Fermines no se pararán por lo ocurrido hoy, para gozo de
las gentes de Iruña, y para los foráneos que por allí paren en esta semana de
algarabía singular. Máximo exponente internacional del gusto que por la fiesta
se tiene en todos los lugares del globo. Siete días de hermanamiento y
desenfreno. De beber, de cantar y de disfrutar como a uno le dé su
entendimiento. En euskera, en castellano cervantino, en inglés, o por gestos
cuando la lengua no de más de si. Y pese a quien pese, algunos lo disfrutaran
sintiendo la ikurriña como suya.
Quienes
hoy han decidido, en pos de su orgullo, que el txupinazo no se botaría hasta
que semejante ofensa (la Ikurriña) fuese retirada, no han medido las
consecuencias. Lo que hubiese sido una anécdota que mucha gente olvidaría a la
vuelta de unos días, lo han convertido en un recuerdo imborrable, en una
leyenda, y las leyendas no se olvidan, se instalan en la memoria colectiva para
perdurar. Y todas las personas recordarán la historia de una bandera que fue
capaz de retrasar el txupinazo de San Fermin, en la época en que en el
Ayuntamiento de Iruña había más chorizos por metro cuadrado que en la popular
fábrica de embutidos de la zona.
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