PUDRÍOS EN LA CÁRCEL
(II)
Terminaba el anterior post
explicando que la cárcel está hecha para los pobres y que, sin embargo, cuando
intentamos debatir sobre el modelo punitivo de los estados los ejemplos que se
utilizan no son representativos de esa realidad. Quien justifica el sistema
penitenciario, las cárceles, entra al debate siempre con los casos que más
alarma social provocan. Cuando alguien quiere justificar el endurecimiento de
penas, o incluso, la pena capital, nos habla de asesinatos, nos habla de
violaciones. Crímenes que sin duda nos revuelven a todas las entrañas, pero que
suponen apenas el 5% de las condenas en ambos casos.
Este debate adulterado, junto a las políticas de shock contra
el terrorismo, ha permitido, gobierno a
gobierno, ir endureciendo el código penal, siendo España uno de los pocos
estados del mundo que tienen de facto cadena perpetua, al establecer el límite
de condena efectiva en 40 años. Y esta es una de las claves por las que, más
allá de que el modelo de reclusión en prisión debiera cuestionarse en su
integridad, en el caso español la población reclusa no deja de aumentar,
superando al inicio de la crisis del 2007 los 75000 reos. En España se imponen las
penas más duras de toda la UE, y el cumplimiento de las mismas es también el
más estricto. Así, mientras en los estados nórdicos se estudian fórmulas punitivas
en regímenes
abiertos o semi-abiertos, en el Reino se aboga por abrir macro centros de
reclusión.
A lo anterior hay que añadir que en el Estado Español, las
políticas activas de reinserción brillan por su ausencia, y se han visto
mermadas aún más con la crisis económica desatada en 2007. El modelo español, a
excepción de leves intentos reformistas, se caracteriza por ser un plagio del
modelo yankee, donde el objetivo final de las prisiones es mantener a la persona
rea alejada de la sociedad. Es un modelo basado en la venganza y el castigo. A
tal delito, tal castigo, y punto. No existe para el modelo español el entorno
socioeconómico de la persona detenida. Tampoco existe un análisis de causas y
motivos. Castigo y venganza para satisfacer a la víctima, quien, por lógica,
rara vez se sentirá satisfecha.
Esta perversa lógica es un monstruo que se retroalimenta a sí
mismo. De modo que, lejos de solucionar los problemas sociales que generan, o
son el caldo de cultivo del 85% de los delitos, se convierte en una carrera por
endurecer las penas, compitiendo en un tétrico ranking de gravedad de los
delitos. Si a una persona que roba en un supermercado para comer se le impone
una pena de, digamos, seis meses, se exigirá una pena proporcional para quien
robe millones, nadie se cuestiona que quizá la medida del encarcelamiento no
solucione nada, queremos más condena para el que “más delinque”. No queda margen
para la reparación, para las garantías de no repetición. La cárcel es cómo esa
alfombra bajo la que barremos lo que no queremos ver, y la sociedad se ha
convertido en el público del coliseo pidiendo más sangre sobre la arena, en
lugar de reflexionar sobre por qué han de existir los sufrientes gladiadores.
(Uno más y termino. Milesker)
No hay comentarios:
Publicar un comentario