LA CARGA DE LA PATRONAL
Las
tres patronales vascas, CEBEK, ADEGI y SEA, amén de la que las agrupa,
CONFEBASK han cargado contra la intención del Gobierno Vasco de recuperar las
35 horas para la función pública. Cómo era de esperar, el gris Urkullu se ha mostrado
levemente dolido por el ataque de la patronal, porque la suya no es una
decisión por convencimiento sino por obligación y peso electoral. Eso sí, todo
muy calculado para que no se abra el debate fuera de los márgenes establecidos.
El
falso debate que han pretendido alimentar las patronales es un debate de parte,
de la parte minoritaria de la sociedad que son los empresarios, quienes se
arrogan a si mismos la capacidad de decir lo que es, o no es, aceptable en
materia laboral. Lo mismo que hacía aquel otro líder patronal, el Sr. Díaz
Ferran, cuando nos aconsejaba trabajar más y cobrar menos mientras él nos
robaba y estafaba a todos y dejaba a cientos de familias en la calle.
Cabría
preguntar a estas patronales, por qué se dedican a exigir jornadas más largas
cómo si el reducirlas fuera la causa principal de la situación de las empresas,
y sin embargo, mientras reconocen que el recibo eléctrico es el mayor obstáculo
para la supervivencia de la industria, son incapaces de indignarse y criticar a
IBERDROLA o ENDESA por aumentar día a día sus beneficios. Por qué se permiten
darnos lecciones sobre lo que ellos consideran un derroche de dinero público
mientras dilapidan ayudas y subvenciones públicas. Mientras exigen más y más
dinero público para su labor.
¡Ya
vale ostias! No son los empresarios los que generan empleo, el empleo lo genera
la necesidad de bienes de consumo, o sea, lo generamos entre todos y todas. Son
los empresarios quienes, al contrario de lo que dicen, los que frenan la
creación de empleo todo lo que pueden, ya que, según su lógica, cuanto más sean
capaces de producir con el menor número de empleados posible mayor será su
beneficio. Las empresas no contratan por ninguna razón altruista, lo hacen,
única y exclusivamente, cuando la demanda supera la capacidad de producción de
su plantilla. Pero esa demanda seguirá cayendo si dejamos caer a la gran
mayoría en la pobreza, o si encadenamos a la clase trabajadora a su puesto de
trabajo.
La
jornada de 40 horas semanales no fue un regalo de los empresarios, hubo que
arrancársela con mucho dolor y sufrimiento, con huelgas extremas, con luchas en
la calle. No había negociación posible con quien no quería negociar, pero de
eso hace más de 140 años. En siglo y medio la tecnología y la ciencia han
multiplicado la capacidad de producción industrial. El global de la riqueza
producida es infinitamente superior al de finales del siglo XIX. Y aquel lema,
8horas de trabajo, 8 horas de ocio, 8 horas de descanso, ha quedado obsoleto.
Necesitamos que nuestro salario no nos cueste tanta vida. Necesitamos más
tiempo de conciliación familiar y necesitamos un mayor y mejor reparto de la
riqueza. Un reparto justo de los beneficios de empresas como INDITEX, de
Amancio Ortega, más de 3000 millones de € en 2015 (más del doble del
presupuesto de Educación en el Reino)
Para
el reparto justo y equitativo de esa riqueza, para evitar la acumulación
inmoral y asesina que permite que los 20 españoles más ricos posean lo mismo
que los 13,98millones más pobres, sólo existen dos caminos. El primero una
fiscalidad progresiva que grave de verdad los beneficios empresariales y
reparta en bienes sociales lo recaudado. No puede ser que las 35 empresas del
IBEX tributen de media el 3,5% de sus inmensos beneficios frente al 25% de
media que se tributa en el IRPF. Pero tampoco es de recibo que esos ingresos
fiscales se destinen a absurdeces sin beneficio social como el Tren de Alta
Velocidad (más de 40.000 millones de inversión, para un 1% de la movilidad de
pasajeros) El segundo camino es el reparto del trabajo. Y es que, en una
situación de desempleo grave como la actual, con los índices de pobreza escandalosos
que tenemos que sufrir, quien no abogue por un sector público fuerte y por un
reparto de la riqueza y del trabajo debería ser juzgado por Alta Traición
Social, y tal vez, quien sabe, adornar una pica en las murallas del
proletariado.
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