DEMOCRACIA BURGUESA,
DICTADURA DEL HAMBRE
Os prometo que no quería seguir hablando de las elecciones en
Andalucía, y en cierta manera no lo voy a hacer, pero sí que voy a utilizar los
resultados de esas elecciones para abrir otro debate.
La irrupción de VOX con 12 escaños ha provocado cientos,
miles de análisis mucho más sesudos que los míos, seguro. En la mayoría de esos
análisis se coincide en hablar de la importancia que ha tenido la abstención en
el resultado final. Sin embargo, es difícil, casi imposible encontrar un
análisis sobre el porqué de esa abstención, y para mí, ahí reside una de las
claves fundamentales de la victoria de la derecha en este sistema democrático.
Dicen que creció la abstención casi un 6%, pero nadie dice
que apenas creció esa abstención entre los más pobres. No, ahí se ha mantenido
estable entre el 60 y el 81% de abstencionistas. Apenas 2 de cada 10 personas
de las zonas más deprimidas pasaron por las urnas. Esto no es nuevo, es una
realidad. Los pobres no votan. Tampoco se politizan, ni sindican. Tienen otras
prioridades más perentorias. Buscar comida y sustento para mañana, frente a promesas
a futuro que ni siquiera les rozarán. Muy interesante este artículo
Y tampoco está de más echarle un vistazo a los informes que anualmente realiza
FOESSA.
Estos datos deberían servirnos para percatarnos de que esta
democracia es una democracia excluyente. No hace falta excluir legalmente a los
esclavos, o a las mujeres vía decreto, simplemente se les excluye de la
sociedad. La base de una verdadera democracia universal pasa irremediablemente
por que sea una democracia de hombres y mujeres libres, pero nadie es libre si
vive preso por la necesidad. Por tanto la primera labor democrática debiera ser
liberar a los esclavos del siglo XXI.
Esta última afirmación lógicamente no interesa a la
burguesía, a la derecha, pero ¿Y a la izquierda? Pues a veces pareciera que
tampoco. Mucho se habla de si las diversidades están terminando con la lucha de
clases, o la lucha de clases busca eclipsar a las diversidades, pero lo cierto
es que ninguno aborda la situación de ese 20-25% de la población que vive en la
exclusión o en riesgo de caer en ella. Seguimos anclados en una visión social
(desde la izquierda) en cuya base se encuentra la Clase Trabajadora, pero
obviamos que ese 20-25% no se ve representada por esa Clase. La mayoría de esas
personas o no tiene trabajo, o sólo alcanza a trabajos desregularizados,
temporales e hiperprecarizados.
Es esa población la que se queda en la abstención, no se
politiza, no se sindica, ni se organiza políticamente porque, como ya he dicho,
tienen otras urgencias vitales más perentorias. Esas personas no requieren, ni
exigen grandes ideales, ni grandes proyectos, su urgencia es liberarse de la
dictadura de la pobreza en la que viven.
En los años 80 en Euskadi sí se abordó ese debate, y se buscó
una salida que finalmente se materializó en la Renta de Garantía de Ingresos,
hoy tan puesta en cuestión por la derecha más reaccionaria. Y sí, fue un gran
avance. La RGI ha supuesto que en Euskadi la pobreza cronificada sea casi 10
puntos inferior al resto del Estado, y sí, eso también tiene relación con que
en Euskadi se den históricamente las menores tasas de abstención, y sea una de
las sociedades más politizadas del Estado. (Sí, también hay otros factores)
Pero la RGI tiene un efecto limitado, y es necesario avanzar. ¿Hacia dónde?
Hacia una Renta Básica de Ciudadanía que garantice unos mínimos de dignidad
para todas y cada una de las personas. Una renta básica que elimine los
grilletes a ese 20-25% de la sociedad y les permita integrarse en la vida
común.
Pero la izquierda no enarbola esa bandera. Vértigo, miedo,
tener demasiado asimilado el discurso del mérito de la derecha, todo lo
anterior. Ese tan cacareado miedo a “crear vagos” y que esconde un clasismo intrínseco.
De modo que, ¿qué hacemos desde la izquierda? Obviar a ese 20-25% de la
población y centrarnos, en el mejor de los casos, en la clase trabajadora
acomodada. En quienes tienen un trabajo más o menos estable, en quienes
volcamos nuestros esfuerzos para
defender sus condiciones, en una lucha muy desigual, ya que este sector
poblacional mengua, y la falsa sensación de clase media que la derecha ha
inoculado durante años le permite (a esa derecha) combatir por la hegemonía
social. Y ante ese problema, la dificultad de la izquierda para lograr una
hegemonía social con la clase trabajadora, se opta desde esa misma izquierda
por suavizar sus demandas históricas para competir en el caladero de la
derecha, pequeña burguesía y clases medias funcionariales. Sin embargo, la
clave de la izquierda, aunque lo olvidemos con demasiada facilidad, está en los
desheredados, en los parias, en ese 20-25% que abandonamos.
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