FIRMAS Y CADENAS
PERPETUAS
Cientos de paisanos se dirigen colina arriba con antorchas,
horcas y azadas. Las llamas provocan sombras dantescas a su alrededor. Un
grupúsculo se separa de la mayoría a escasos veinte metros del porche de la
casa de entre el grupo destaca un hombre que, con gran pericia engancha una
soga a una fuerte rama del roble alrededor del cual siempre han correteado los
infantes que crecieron bajo su sombra.
La marabunta grita, agita las antorchas y exige a la
residente que salga y se entregue. Son todos los que están, apenas falta nadie.
Todo el pueblo se siente con la razón. Son la justicia. Son tiempos pretéritos
que algunas personas creíamos olvidados. Es el presente. Es el Reino Medieval
de España. Son las firmas que reúne el Partido Popular, porque ahora la
marabunta ni siquiera se mancha las manos con la sangre. Que sean otros. Yo
firmo. Me tomo un vino y despotrico desde mi pedestal moral. ¡Qué paguen!
Hablamos de cadena perpetua como hablamos del último partido
de fútbol. No me va a tocar a mí ni a los míos. Son los demás, y los demás me
importan un bledo. Además algo habrán hecho. Y la sociedad conservadora, que no
sólo los partidos, saben aprovechar el momento. Una vez que retrocedamos
regresar al futuro será casi imposible. ¿Qué hay más democrática que la voz del
pueblo? Y así hasta el más progresista se encuentra en una encrucijada. Hablan
de que cuentan con el apoyo del 80% de mis congéneres, y me da miedo pensar que
puedan no estar tan equivocados.
Pero esta batalla no se pierde ahora. Esta batalla se viene
perdiendo desde hace años. Desde que quienes creemos en otro modelo social
abandonamos el frente. Asumimos las cárceles, las prisiones, como un mal menor,
cuando no una necesidad. Asumimos las penas progresivas, aunque tampoco lo
sean, y claro, si por robar para comer puedes terminar varios años en presidio
¿Cómo no exigir que muera en la cárcel quien ha asesinado? Si lo entiendo, pero
no lo quiero.
Recogen miles, decenas de miles, cientos de miles de firmas.
El preso no tiene derechos, la mayoría ha hablado. Cómo en aquellos pueblos que
ahora llamamos bárbaros. Quizás no hemos avanzado. Y se me revuelven las
entrañas. No hay razonamiento por la masa, y a mí se me exige raciocinio.
Cuestión de fe, no hay que demostrar que Dios existe, que sean los demás los que
demuestren su inexistencia. Es frustrante darte cuenta de que la discrepancia
no está en la cadena perpetua, creo que tampoco estaría en la pena de muerte,
se discrepa sobre los delitos a los que se aplicaría. Ya no critico a quien la
defiende a pecho descubierto, lo hago a quien no la combate porque en el fondo
también la aplicaría con su contrario.
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