TABARNIA; EL AJO Y
EL VAMPIRO
Cuenta una antigua leyenda transilvana que sobre una pequeña
aldea campesina, en el cerro que vigilaba todo el valle, existía un antiquísimo
castillo en el que vivía un Conde desde tiempos inmemoriales. En todo el valle
era conocido que la longevidad del Conde se debía a su dieta. Se alimentaba de
sangre fresca que succionaba de los cuellos de los habitantes hasta
desangrarlos.
El pueblo vivía sometido al terror, asustado, con la muerte
sobrevolando de forma literal los tejados de la población. Sin embargo, nadie
se atrevía a dar caza al vampiro a pesar de que él mismo les había explicado
que si no deseaban su presencia tan sólo debían cultivar ajos y el huiría
despavorido del valle. ¿Pero por qué no lo hacían? Algunos, como el hostelero,
porque la curiosidad movía a los aventureros que llenaban su local. Otros,
porque el miedo promovía el conservadurismo y eso les permitía mantener su posición
privilegiada. Y los más, los nadie… pues nadie sabía muy bien por qué, pero
optaban por mantener el statu quo a pesar de ser ellos y ellas las principales
víctimas del Conde. Hasta tal punto era la defensa que los más oprimidos hacían
del vampiro que no era la primera vez que ellos mismos eran quienes se
encargaban de poner fin a las aventuras del Van Hellsing de turno.
Curiosamente si sustituimos al Conde por el Capitalismo, y a
los ajos los llamamos procesos independentistas el final de la historia es muy
similar. Somos muchas las personas que estamos convencidas de que el
Capitalismo es un vampiro que nos chupa la sangre y la vida, y estamos
convencidas de que hay que acabar con él y es el propio Capitalismo quien se
encarga de mostrarnos sus debilidades. Es el propio Sistema el que nos convence
de que el mundo tiene que caminar hacia grandes macroestados, sin fronteras
económicas. Y es el propio Sistema el que se pone nervioso cada vez que se
genera un proceso secesionista dentro de sus fronteras. Es el propio sistema el
que impulsa esas divisiones cuando pretende dejar fuera alguna región. Sin
embargo, son quienes más dicen querer acabar con el Capitalismo quienes más
reniegan de cultivar esos ajos. No lo entiendo, la verdad.
Tan seguro está el Conde de que nadie va a cultivar ajos, que
se permite jugar a hacernos ver que él también puede plantarlos, aunque todas
sabemos que jamás lo haría. Así surge Tabarnia, no cómo una opción real de
futuro, no cómo una propuesta seria, sino para buscar las incoherencias al
independentismo catalán. De modo que si el Procés ha mostrado las costuras de
la izquierda estatal, confían en que Tabarnia pueda desnudar también a la
izquierda catalana.
Y es que el derecho de autodeterminación choca siempre con
los límites autoimpuestos en función de lo que se quiera considerar sujeto
político. Así desde España nos dicen que el sujeto es el pueblo español en su
conjunto, y otros nos dirán que el sujeto político son los pueblos, no las
aldeas, o los municipios, sino algo más etéreo, los pueblos, el pueblo vasco,
el pueblo catalán, el pueblo gallego. Pero todos (o la mayoría) concluyen en
que su sujeto político es indivisible. Sin embargo, ¿Por qué no creer que el
sujeto político es la comunidad y sus alianzas? Sí, me sale la vena anarquista.
¿Por qué aceptamos que nos lleven al absurdo cuando defendemos el derecho de
autodeterminación? Si la cuestión no es qué haríamos, si llevando al extremo el
derecho de autodeterminación, una comunidad de vecinos pidiera la independencia
del resto de la manzana, la cuestión es si ellos y ellas, vecinos de esa
comunidad podrían ser autosuficientes para sobrevivir y si lo son, ¿por qué no
pueden serlo?
Durante la revolución Maknovista en Ucrania, tras la
liberación de una población, se realizó una asamblea para decidir la creación
de una comuna que gestionara las tierras de cultivo. En dicha asamblea un terrateniente
se opuso a ese proceso, la solución fue simple; se le entregaron a él y su
familia las mismas herramientas que al resto y se llegó a un acuerdo. Todas
aquellas tierras que fuera capaz de cultivar con sus propias manos y sin
explotar a otras personas las podría conservar, aquellas que no pudiera
cultivar le serían expropiadas.
Sí, hagan referéndums y respeten los resultados, todos, estoy
convencido de que ello dará fronteras más respetuosas con sus habitantes, y la
lógica hará el resto, y quizás nos llevaríamos más de una sorpresa. Quizá si
nos creyéramos más el municipalismo descubriríamos otro mundo diferente, ese
que decimos que es posible. Pero mientras eso llega, háganme caso quienes
quieren acabar con el Capitalismo, no arranquen los ajos, dejen que florezcan
en nuevas repúblicas como la catalana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario