MORIR NO ES UNA
OPCIÓN
“No hay nada
inevitable, salvo la muerte” reza un dicho popular y del que, sin embargo, parecemos
querer huir a diario. De un tiempo a esta parte nadie muere porque sea ley de
vida. Todo el que fallece lo hace por un motivo. Un cáncer, una parada cardio-respiratoria,
infarto cerebral… etc. Y contra todos esos motivos tenemos una respuesta. Más
deporte, comida más sana, fármacos, cuidados… Pareciera a veces que quien se
muere ha sido por su propia ineptitud más que por que al final de la vida siempre
nos espere la Parca. Un mantra similar al de la pobreza. Se es pobre porque no
nos esforzamos lo suficiente para ser ricos. Y tragamos.
Cómo vamos tragando nos van aumentando la dosis a todos los
niveles. La última en Araba viene de la Diputación, de su Departamento de
Servicios Sociales, y un estudio encargado por el mismo según el cual, casi la
totalidad de nuestros mayores desearían vivir en su casa cuidados por sus
hijos. Pero deseo no es igual a realidad, deberíamos saberlo. Lo grave es que
la Diputación, una institución pública, recoja ese anhelo legítimo de las
personas y lo convierta en directriz política, en coartada para legitimar los
recortes y la involución social.
El planteamiento de que las personas mayores han de quedarse
en casa cuidados por sus familiares es una involución inaceptable e imposible
en la sociedad del siglo XXI.
En primer lugar, porque estamos hablando de que si la persona
que requiere cuidados tiene más de 80 años como dice el “estudio”, su hija, a
la que Diputación quiere responsabilizar de hacerse cargo de su cuidado,
probablemente tenga más de 60 y a su vez empezará a ser demandante de cuidados.
En segundo lugar, porque las familias del siglo XXI cada vez
tienen menos que ver con las del siglo XX. El número de personas que llegan a
esas edades sin descendencia por diversos motivos aumenta. Y hay que tener en
cuenta que las relaciones familiares no tienen por qué ser fluidas y óptimas.
En tercer lugar hay que tener en cuenta que en esta sociedad
profundamente patriarcal, el responsabilizar de los cuidados a la familia es
igual a decir que las hijas serán quienes tomen esa responsabilidad. Atando
nuevamente a la mujer al hogar, después de que, muy probablemente lo hayan
estado mientras cuidaban de sus propios hijos.
Y si juntamos todo el cocktail anterior no sería difícil
imaginar que para que se pudiera dar, siempre según los cánones actuales, ese
cuidado en el hogar, tendríamos que meter bajo un mismo techo a cuatro
generaciones, lo que unido a un mercado laboral precario como nunca
acrecentaría las situaciones críticas de exclusión, pobreza y marginación.
Por supuesto que el ideal de futuro en cuanto a la atención
de nuestros mayores es lograr extender la autonomía de estos al máximo. Que
puedan vivir de manera autónoma el máximo tiempo posible. Sin embargo ese
objetivo es inalcanzable con los recursos existentes en la actualidad. Mantener
a un usuario actual de una residencia en su domicilio significa apostar por
proyectos colaborativos y apoyos profesionalizados 24 horas al día. En
definitiva, una inversión muy superior
de la que se realiza en estos momentos para mantener una red residencial. Pero
el estudio, y sobre todo las conclusiones de la Diputación, no van en ese
sentido, sino que lo que plantean es reforzar unas ayudas económicas que son
claramente insuficientes, y que buscan atar a las mujeres de por vida al
cuidado de sus familias. Una vergüenza viniendo de una institución pública en
pleno siglo XXI.
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