EL CLASISMO
REVOLUCIONARIO
-Tenemos la razón, no
sé por qué la gente no nos apoya.
-Exacto, tenemos la
razón, pero, ¿quién la tiene, tú o yo?
No sé nada. Lo reconozco, soy un ignorante supino que a veces
intento razonar y opinar con mis limitadas capacidades. Seguramente más de una
vez me hayáis llamado cuñado a mis espaldas, alguna vez a la cara, las menos.
Me lo merezco, sin duda. Sólo echo en falta que tú te pongas delante de un
espejo antes de decírmelo. ¡Quién esté
libre de pecado que tire la primera piedra” Y así hemos avanzado, tirándonos
piedras las unos a los otras. Y suenan y resuenan las pedradas, ahora llamadas
en el imaginario colectivo “zascas”. Me
canso. Me abuuuurro. Me frustro.
Porque ya lo decía Marx, aunque puede que tú me demuestres que
es una interpretación interesada de un revisionista como yo, y además, Engels
en la decimoséptima entrega de su manuscrito dejó escrito que Lenin el séptimo
día desmontaría tus argumentos. Y yo me callo. Izquierda cainita y elitista en
la que nos convertimos. Todo está en los libros antiguos decía el profeta
mientras arengaba a las masas en la plaza cibernética.
Me pregunto cuántas personas oprimidas por este mundo que
hemos creado nos entiende. Me cuestiono si las disyuntivas entre materialismo e
idealismo importan cuando rebuscas en un contenedor, cuando tu jefe te explota
por un salario de mierda, sueña con sobar tu cuerpo, y te exhibe cuan
mercancía, mientras tú sólo piensas en que al final del mes esperas llenar la
despensa. Pero yo no sé nada, que no entiendo sobre sociología, ni he estudiado
ciencias políticas.
Hemos confundido el tiro, o simplemente nos disparamos al
pie. Confundimos hacer pedagogía con dar “master class” por doquier. En lugar
de hablar de conceptos simples, propiedad privada, acumulación de bienes, robos
varios, nos perdemos en discusiones sobre matices elitistas y académicos que a
pocos importan.
No todo está perdido, sin duda, pero qué voy a saber yo. ¡Ay
ignorante de mí! Si la culpa siempre es de los demás. De los que son muy
mayores y están comprados por el capital, de los jóvenes que no piensan y no
les importa nada, de la mediana edad que ya no lucha. Sólo yo conozco lo que
necesitas y así nos va. De un tiempo a esta parte pareciera que todos somos
vanguardia revolucionaria, y a nadie se le ocurre mirar tras de sí para saber
si le sigue alguien. En fin, cómo he dicho, ¡¿qué voy a saber yo?! Así que
seguiré aprendiendo de todos vosotras sobre las diferencias iconoclastas en el
pensamiento Marxista y seguiré silenciando mis discrepancias con la esperanza
de que sea verdad que dos nos discuten si uno no quiere, aunque creo que si ese
uno se empeña puede llegar a discutir consigo mismo.
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