LAS MADRES DEL
RUNNING
-Siempre es la misma historia…- relata Martina a este juglar.
Lleva envuelto el rostro en su característico pañuelo negro, elegido el color en
contraste, precisamente, de las llamativas prendas fosforescentes de los “runners” – Empiezan con unas
inofensivas carreritas, para mejorar el físico, dicen, y cuando te quieres dar
cuenta ya no tienes hijo, ni hija. Viven para el triatlón. Se les va el sueldo
y el tiempo en “entrenos”, viajes para competir, en ropas extramarcianas,
aplicaciones para el móvil… Para controlar sus constantes y eso. Ya me
entiendes.
No tienen tiempo pa´ná más. Trabajan como burros para poder
comprarse esto o aquello que les permita mejorar unos segundos en la próxima
prueba. Mi Fernando, por ejemplo. Desde que empezó con esto del runner ya no
vive para otra cosa. ¡Quién me lo iba a decir! –Suspira- Echo en falta verle
llegar borracho y dando tumbos un sábado por la noche.
Ya no va a la “tasca de
manin” a estar con sus amigotes. Se pasa el día entrenando. Del curro al “entreno” y del “entreno” al curro. Ni reuniones sindicales, ni militancia en el partido,
ni nada.
Mi Fernando era un chico muy comprometido, sabe usté. Allá
dónde había una injusticia, allá estaba él, con su megafonillo, sus pancartas,
sus camisetas cutres… Claro que también me preocupaba aquello. Ya sabe, él
estaba un pelín “fuertecito” y cuando había que correr delante de “la madera”…
pues bueno… Por eso al principio no le di importancia cuando apareció en casa con
aquellas mallas coloridas y empezó a salir a correr por las noches. Le vendrá
bien, pensé, pero ahora… ¡Es que está enganchado! –Las últimas palabras surgen
entre sus labios entrecortadas y los ojos se le llenan de lágrimas que enjuaga
descuidadamente con un pañuelo que extrae de la bajamanga.
De todos modos tengo que darle gracias a Dios que mi Fernando
no me salió culturista como el hijo de la Puri. ¡Ella sí que lleva una cruz
encima! Con tanta pastilla, compuestos proteínicos de esos… ¡Pobrecica!
Pero, ¿sabe?, vamos a luchar, no vamos a resignarnos, que
sabemos que del running también se sale. Hemos creado, con mucho esfuerzo y
sacrificio, itinerarios de reinserción que funcionan muy bien. Rutas de pintxos
por alde-zaharra, excursiones a las sidrerías, con sus txuletones y su txotx,…
cuesta, pero hemos visto verdaderos milagros.
De todas formas, tampoco nos olvidamos de los responsables de
esta situación. ¿Quién ha metido el running en nuestros barrios? ¿Quién se
beneficia de tanto sufrimiento? Porque sufren. Tendría que ver a mi Fernandito
cuando llega a casa después de correr un triatlón de esos. Es como si quisieran
tener una juventud dormida como en el 85. Pero aquí estaremos, de pie y con el
pintxo en la mano, resistiendo lo que haga falta.
Me despido de esta gladiadora del siglo XXI y la dejo
disfrutar de su tapa de carrilleras al vino tinto mientras lee un diario
generalista y no deportivo. Abandono la tasca pasando entre los leprosos de
este siglo que se agolpan en el exterior, ocultándose de la lluvia entre el
humo de sus cigarrillos y dejo atrás el siglo XX para caminar esquivando corredores
luminosos que pasan a mi alrededor con sus mallas y zapatillas fosforitas….
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