EN TODA GUERRA SE
DISPARAN BALAS
Vivo en el
hartazgo continuo, lo siento. Entiendo que debería vivir la vida desde un lado
más positivo. Optimista. Eso debería ser yo. Ver la botella medio llena, en
lugar de ser consciente de que se está vaciando. Pero así soy yo, y es que no
me ponéis fácil ser de otra forma. Y lo intento. Lo prometo. Pero de un tiempo
a esta parte la vida me supera.
Ahora está
de moda el cuñamometro. Repartir carnets de cuñados se ha puesto de moda. Lo
que en principio parecía una forma hasta inteligente de tomarse con humor el
antiguo ToLoSismo, o sea, de TOLOSAbe, se está destapando como una nueva forma
de elitismo, tan actual en estos tiempos. Parece que para opinar hay que tener
un par de carreras, tres masters, y algún doctorado. Y no, no tengo nada en
contra de las personas instruidas, al contrario, pero esto se nos está yendo de
las manos.
Ya no basta
con tener que escuchar, día sí y día también, a los nuevos pijo-progres hablarnos
de la generación más preparada de la historia que tiene que trabajar de
camareros, como si atender una barra no fuera algo digno. Que digo yo, que
estaría bien que los y las amables camareras les dijeran algo amable cuando les
pidan una caña. No, ahora también tenemos que callarnos y escuchar sus sabias y
únicas opiniones válidas.
Pero vivimos
tiempos convulsos, y para los que nunca hemos sido de batucadas y repartir
flores nos resultan curiosas ciertas posiciones antimilitaristas más propias de
la pubertad que de instruidos universitarios. Gente que ocupa embajadas rusas
por los bombardeos en Alepo y no se atreven a hacer lo mismo con los USA.
Incluso alaban la misma actuación en Mosul. Personas que ven la guerra como si
se enfrentaran arcángeles contra demonios, blanco o negro, buenos y malos.
Personas, colectivos de importante influencia social que se rasgan las
vestiduras porque el ejército saudí utiliza armas “made in Spain” para masacras
yemenís. Y yo me pregunto si todo esto es fruto de la inconciencia o de la más
pura hipocresía.
Las balas
que tú fabricas pueden terminar en tu pecho de obrero, claro que sí. Las armas
se fabrican para asesinar. Los ejércitos no son, ni pueden ser defensivos, no
se disparan las balas para interceptar otras balas, se disparan para matar
personas. Ningún pobre diablo gana una guerra muriendo por su patria sino
haciendo que otro pobre diablo lo haga por la suya.
No se trata
por tanto de hacer declaraciones pueriles contra las guerras, sino de reconocer
que toda guerra tiene unas razones y unas raíces contra las que hay que luchar.
Y sobre todo que pocas guerras existen que sean hechas por las clases
populares. Como decía Paul Valery “La
guerra es una masacre entre personas que no se conocen para beneficio de
personas que sí se conocen pero no se masacran entre sí”
Es noble,
claro que sí, querer acabar con las guerras, pero para ello sólo hay un camino,
terminar con las desigualdades, acabar con el hambre y la pobreza, pero sin
hipocresías, sin olvidar que para ello hay que terminar con la riqueza y sí,
probablemente ello requiera una guerra. Hay que acabar con la cultura de la
destrucción, de la muerte, de las escaladas militares, y más que exigir que
dejen de venderse armas, lamento no escuchar voces cualificadas exigiendo que
se valore más a una persona cuidadora que a un ingeniero que diseña prototipos
militares. Quizás por ahí pudiéramos abrir brecha al sistema, y sí, seguramente
requeriríamos una guerra. Porque nadie (o casi nadie) cede sus privilegios por
las buenas.
Ahora puedes
hacerte cruces, llamarme violento, engañarte y vivir en la hipocresía, o puedes
aceptar la realidad y pensar que tu sofá es trinchera, pero no para tu
revolución florida sino para perpetuar el Sistema. Si no te mueves no sentirás
las cadenas, pero no significa que no las tengas. Y no, no te las van a quitar
de forma voluntaria. ¡Pero qué voy a saber yo, si sólo soy otro cuñado más! Si
no tengo tus conocimientos, ni tus títulos. Quizás esté equivocado y sea cierto
que con trompetas cayeron los muros de Jericó.
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