DEJEN QUE LOS CUERPOS DISFRUTEN
Nueva
polémica en Gasteiz, en esta ocasión por culpa de la anunciada apertura de un
centro de ocio para parejas liberales en el barrio de Salburua.
En el
mes de enero los medios de comunicación alaveses se hicieron eco de la noticia,
en Salburua van a inaugurar un local de ocio sexual, “Las puertas del cielo” se
llamará, y claro, para seguir con la tradición de esta ciudad ya tenemos
montado el circo. Decenas de vecinos de la torre donde se ubicará y aledañas han mostrado su disconformidad con
dicha apertura. Se están organizando en torno a reuniones y recogidas de
firmas. Sus argumentos son de lo más variado, desde lo inadecuado de la
ubicación cerca de un parque infantil, pasando por los ruidos y molestias que
ocasionaran a los vecinos y viandantes. Vamos, nada nuevo bajo el sol. Quejas
respetables y a tener en cuenta, sin duda, pero que esconden un total
desconocimiento de la actividad, y por supuesto algo más ancestral, la reacción
puritana ante cualquier cosa que destile o huela a sexo no normativo.
Los
clubs de ocio sexual no son nada nuevo y vienen funcionando en el Reino desde
la muerte del Dictador, aunque bien es cierto que escasean en nuestro entorno,
¡vaya usted a saber por qué! Y de esa forma en estos momentos tan solo Bizkaia
cuenta con un local abierto al público y otro, muy cerquita, en Castro
Urdiales, solo para socios. Obviando esos dos, el que quiera disfrutar de otras
formas de entender el sexo tendrá que desplazarse hasta Baiona (1) Zaragoza (2)
Valladolid (2) Oviedo (1) Xixón (2) o Madrid (6) el listado aumenta
exponencialmente cuanto más avancemos hacia Levante o hacia el sur. Aunque por
curiosidad diré que si Galicia tiene una imagen de tradición y conservadurismo
extremo, al menos en este ámbito no parece así ya que poseen 5 locales entre A
Coruña (2) Vigo (2) y Pontevedra (1) Quizá si tenía razón Vaya Semanita cuando
hablaba del conflicto vasco.
A un
club liberal acuden personas dispuestas a disfrutar de su sexualidad con mente
abierta, en un entorno de libertad y con la seguridad de que en ese espacio
nadie les va a juzgar ni a prejuzgar por sus gustos o prácticas, algo que SÍ
harán normalmente en sus entornos cercanos. Ese es el motivo principal por el
que los propios usuarios y dueños de los locales velan, y mucho, por la intimidad
y la discreción. Los locales suelen disponer de un bar a la entrada, donde
tomar una consumición tranquilamente mientras se charla con otros parroquianos,
de acceso restringido a mayores de edad. No, no dista mucho de un pub
cualquiera, nadie va desnudo, ni se producen escenas de sexo explícito sobre la
barra, o al menos no muchas más de las que cualquiera puede observar un sábado
a ciertas horas en los Pubs y Discotecas de la ciudad cuando el alcohol y la
fiesta dan rienda suelta a la pasión. Yo diría que aún se ven menos, y con
mayor gusto, por aquello de que el alcohol liga mal con las prácticas
placenteras. Además, sino se quiere ver solo hay que hacer una cosa, no entrar,
ya que estos locales no tienen grandes ventanales en pos, una vez más de la discreción.
Es pasado el bar donde se suelen encontrar las zonas de ocio propiamente
dichas, con estancias variadas generalmente insonorizadas. Les aseguro a los
vecinos preocupados por el ruido que cualquier bar, pub, o degustación produce
más ruidos, gritos y escándalo.
¿Cuáles
son entonces los problemas que pueden producir a los vecinos? Quizá el
principal sea que ellos y ellas sepan que ahí dentro las personas están
disfrutando de sus cuerpos con total libertad, ya que ellos y ellas nunca se
enterarán y se tendrán que limitar a fantasear con lo que ocurre o esperar a
que alguien se lo cuente. O quizá, como me atrevo a deducir en el caso de al
menos una pareja allí residente, es que son asiduos de otros locales cómo el
Géminis, y tienen miedo de que un encuentro casual desvele al vecindario sus
gustos. Por que si de lo que me quieren convencer es de que lo hacen por el
bien de la infancia habría que preguntarse por qué nadie levantó la voz ante la
apertura de un club de juego en una manzana adyacente en cuyo interior no es
difícil encontrar a familias enteras tomando un pintxo un domingo al mediodía
con niños ensimismados por las lucecitas de las máquinas tragaperras. O por qué
permitimos que los niños y niñas correteen y jueguen en el interior de los bares,
donde libremente las parejas se besan, y otros se alcoholizan. Quizás el
problema mayor es que todavía no somos adultos y no hemos encontrado la forma
de tratar con normalidad una faceta de nuestra vida, la sexual, y por eso nos
ocultamos, nos encerramos y nos la callamos, mientras insultamos, amenazamos,
golpeamos, delante de la infancia sin ningún pudor. Es mejor enseñar violencia
que sexo, aunque esa criatura a la que crías, a la que quieres y a la que
cuidas haya nacido de un acto húmedo, sucio y pecaminoso, de (mayoritariamente)
una polla entrando y saliendo de un coño, así, con todas las letras.
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