LA HUELGA NO ES UN DERECHO
“Cuánto más corrupto es un Estado más leyes tiene”
Tácito.
En
los últimos meses no hago más que escuchar y leer sobre el derecho de huelga.
Cierto es que en la mayoría de los casos estos comentarios son
bienintencionados y su objetivo se centra en denunciar la represión que sufren
los trabajadores en su ejercicio de la misma. Sin embargo hay algo que me
repatea, y eso no es sino el continuo llamado a respetar el derecho de huelga
como si de un mantra se tratara.
La
huelga, antes que un derecho, y antes de ser reconocida como tal, es una
herramienta, quizás la fundamental, para la lucha obrera. Por propia
definición, la huelga busca colocar en una condición de igualdad a la clase
proletaria frente al capitalista. Cuando son los empresarios los que tienen la
vida de sus plantillas en sus manos, jugando con sus condiciones laborales, con
sus jornadas y salarios, la huelga busca colocar al empresario en una situación
crítica, sin producción ni beneficios, para demostrar la verdadera fuerza del
trabajo. La huelga es por tanto un arma y como tal, el poder ansía regularla, y
tenerla bajo control.
Es
deseo del poder regular la huelga y con esa regulación justificar la represión
sobre la misma. Esa es la única verdad. Porque si no nos hiciéramos trampas a
nosotras mismas nos daríamos cuenta de que esto es así de simple. La cuestión
es que la huelga es en sí misma un ejercicio de libertad y cómo tal debiera ser
tratado. Por supuesto que ejercitar la libertad no puede, en ningún caso, atentar
contra los derechos básicos del resto, y para eso existen suficientes normas y
leyes, amén de jueces y policías. Sin embargo, ahí debieran acabar las
cortapisas, el cómo, el cuándo y el resto de condicionantes corresponde en
exclusividad a la clase trabajadora definirlas.
Parece
increíble que desde la izquierda se ponga lo anterior en cuestión y entremos a
debatir si es o no derecho. Parece mentira que después de ver cómo el Estado ha
llegado a utilizar al ejército para boicotear una huelga cómo la de
controladores, que viendo cómo utilizan constantemente el “interés general”
para proponer servicios mínimos del 90% y hasta el 100% cómo en Metro Madrid en
2012, en Renfe en 2013 o ambulancias en la CAV los dos últimos años, haya quien
aún hoy hable del derecho a huelga y de la regulación de la misma. Habría que
recordar a toda esa gente que la huelga de La Canadiense, y tantas huelgas que
lograron los pocos avances que ha logrado la clase trabajadora eran ilegales.
Es
por tanto un autoengaño pensar que una regulación de la huelga frenará o
evitará la represión de los poderes económicos y estatales. Cómo lo es pensar
que el Estado o los propios capitalistas van a defender que la huelga es un
derecho cuando son ellos los objetivos indudables de la misma. Haríamos bien en
asumir y gritar con fuerza que la huelga no es un derecho, ni queremos que lo
sea, la huelga es y será nuestra herramienta de lucha, es y será ejercicio de
libertad y frente a sus intentos controladores nuestra respuesta debe ser mayor
organización, mayor respuesta y mayor contundencia. Ante la represión de una
huelga no defendamos el derecho a ejercerla, ejerzámosla de nuevo. Ese es el único
camino.